Nos puede llegar casi al comienzo de una carrera, o cuando llevamos una hora corriendo. Incluso lo podemos sufrir tras horas corriendo en un ultra trail. No hay un momento en concreto y suele pasar en cuanto dejamos de correr, pero lo cierto es que el flato es una de las dolencias más comunes entre los corredores de montaña.
Entonces, ¿qué es el flato? Una definición podría ser un dolor abdominal que llega mientras se realiza algún esfuerzo o actividad física, sobre todo aquellas en las que se exija correr de forma continuada en el tiempo. Este dolor se focaliza en la zona del diafragma, un músculo que tiene mucho que ver con el proceso respiratorio.
El gran mito del flato tiene que ver con los gases, ya que antiguamente se creía que el dolor venía inducido por la presencia de gases en el abdomen, y eran ellos los encargados de presionar la zona donde se producía el dolor. Durante años este mito se convirtió en la teoría más plausible, pero con el tiempo se ha descartado.
Lo cierto es que, al igual que las agujetas, todavía no se sabe a ciencia cierta cuál es la causa real del flato, y a día de hoy hay varias teorías que podrían explicar la aparición de un dolor punzante y que en ocasiones llega a ser tan intenso que obliga al que lo sufre a dejar de correr para que cese completamente.
La teoría más extendida tiene que ver con las oscilaciones que se producen en los músculos abdominales cuando realizamos algún deporte que conlleve intrínsecamente la actividad de correr. Según esta versión, los ligamentos que unen diafragma y estómago sufren una gran tensión por estas oscilaciones. Esta tensión resultaría en ese dolor punzante tan característico.
Al correr por montaña, estas oscilaciones son mucho mayores que en otros deportes que conlleven correr. Sobre todo en las bajadas es cuando más movimiento sufre la zona abdominal, por lo que es en estas zonas en las que seremos más propensos a sufrir flato.
Otras teorías relacionan el flato con el flujo respiratorio; según los defensores de esta causa, la razón del dolor sería la falta de oxigenación en los músculos abdominales, el diafragma principalmente, debido a la insuficiente llegada de sangre a la zona en cuestión, lo que produciría el dolor.
Aunque estas son las dos teorías más comunes, la falta de una causa comprobada no hace más que aumentar las elucubraciones acerca del origen de esta dolencia, que van desde una rigidez excesiva de la columna vertebral hasta el rozamiento de las vísceras y la consiguiente irritación de la membrana que rodea a los órganos, llamada peritoneo.
Según las últimas investigaciones al respecto del flato, se ha podido comprobar que las personas jóvenes son más propensas a sufrirlo, mientras que con el aumento de la edad, esta dolencia se va haciendo menos común. Otro dato interesante es que el flato es sufrido por hombres y mujeres en la misma medida. Por ello, podemos decir que la edad es un factor clave, no así el sexo.
Una investigación de la Avondale Centre for Excercise Sciences at Avondale College de Australia despejó algunas dudas sobre el flato, al comprobar que los sujetos más entrenados tenían menos probabilidades de sufrirlo. Asimismo, de las seis disciplinas deportivas estudiadas, sólo la natación estaba por encima de correr como actividad con más posibilidades para que aparezca.
¿Hay una forma de evitarlo?
Al tratarse de una afección considerada benigna y transitoria, no podemos decir que haya un método infalible para podernos librar de este pesado dolor. Además, al no conocerse su causa, tampoco hay evidencias de que exista un tratamiento que nos ayude a evitarlo antes, o durante su aparición.
Por ello, hay varias posibles soluciones, pero ninguna de ellas se nuestra eficaz en todos los sujetos. Así, las más típicas formas de intentar deshacerse del falto son las siguientes:

1. Cambiar el patrón respiratorio: intentaremos hacer respiraciones más cortas o, preferiblemente, más profundas, llenado y vaciando los pulmones a la máxima capacidad que seamos capaces. En los descensos es importante seguir con un patrón respiratorio continuado, ya que es normal respirar de forma más caótica cuanto más técnico sea el descenso, incluso aguantando la respiración durante varios segundos.
2. Respiración abdominal: es un tipo de respiración en la que “respiramos con el estómago”. Hay que saber la técnica, con la cual nuestro estómago se infla cuando cogemos aire y se desinfla al expulsarlo. Así también estaremos relajando el diafragma.
3. Estiramientos: intentaremos estirar los músculos de la zona afectada, que suele ser en el abdomen. Así se intenta aliviar la supuesta tensión de esta zona para relajar los ligamentos que unen diafragma y estómago.
4. Cambiar alimentación: es posible que comer o beber antes o durante el ejercicio sea uno de los acicates del flato, por lo que evitaremos comer o beber de la misma forma que en el momento en el que suframos falto. Nunca comas o bebas mucho durante la carrera. Es mejor hacerlo a pequeños sorbos y bocados para no llenar demasiado el estómago.
5. Técnica de carrera: la postura es muy importante para poder respirar mejor. Para que llegue más oxígeno a los músculos, necesitaremos correr más erguidos y con una postura más adecuada. Mejorando estos aspectos es posible que desaparezca el flato.
6. Presión en la zona: es casi algo instintivo. Con una mano, se aprieta el lugar donde nos duele, así trataremos de relajar la presión de la zona, haciendo que los músculos pierdan la tensión a la que están sometidos.
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