El hecho de que sea el jefe de equipo de La Sportiva en España surgió de manera espontánea. En Snowfactory, la empresa que distribuye los productos de la marca italiana en la península, hubo una importante restructuración y me llegó la propuesta. Llevaba años como patrocinado y decidí aceptar el reto, aunque siempre muy respaldado. Realmente, no sé si yo el que les respalda a ellos puesto que, al margen de mi rol como team manager sigo siendo un compañero más. Cristina Planas, la responsable de marketing, es realmente la primera jefa que tenemos todos los corredores y, en mi opinión, el alma de todo esto.
Mi trabajo básicamente consiste en hacer de enlace entre los corredores y la marca, ya sea con la delegación española o con la madre italiana. El objetivo es canalizar los deseos y necesidades de ambos, algo que no siempre se consigue desgraciadamente.
Como imaginaréis, no son pocas las veces en la que nos llegan solicitudes para entrar en el equipo. Lo primero que hacemos es ponerlas en común, valorar todos los aspectos y decidir. Tener que decir que no a un deportista es para mí uno de los momentos más duros, pero hay que ser consciente de que somos un proyecto pequeño, de una marca familiar y, aunque su material es de excelente calidad, no podemos confundir su presupuesto con el de una gran multinacional.
Lo que buscamos en los atletas es la fidelización y la confianza. Queremos gente que conozca y les guste el producto, no que lo pidan porque sea gratuito o más barato. Si el producto no te va bien, por el motivo que sea, no servirá de nada el patrocinio. Evidentemente, valoramos los resultados, que propongan un calendario ambicioso y, de hecho, lo primero es presentar el currículum.
Aunque en este mundo tan pequeño nos conocemos casi todos y es casi imposible engañar. Todo el mundo sabe dónde está y, si no lo sabe, rápido va quedando claro. La montaña no es lugar para engaños, más que el que quieras tener contigo mismo, pues en la mayoría de los casos tú eres tu máximo rival. En el equipo también son muy importantes las personas que generan un buen ambiente. Y hablo de fuera de las carreras porque en competición, ¡competitividad a tope! El espíritu se queda en el viaje, la cena, la línea de meta… todo lo que queda en medio, es pura rivalidad.
Aunque los éxitos de cada uno son personales, como manager te alegras un montón y puedes sentir algunas hazañas de tus compañeros de una manera muy próxima. Ese es el mejor momento, cuando ves que la gente del equipo va cumpliendo sus proyectos y se siente arropada. Y también es ahí donde se nota el espíritu del equipo, cuando el corredor generosamente los comparte con el resto de la familia. Ha habido llegadas a meta realmente especiales y muchos otros momentos en carrera en los que, por ejemplo, un deportista se preocupa por otro del equipo. Esos momentos son únicos.
Los peores momentos que he vivido en esto han sido siempre cuando me ha tocado decirle a alguien con ilusión en seguir mejorando que no puedes acogerle, que ya no puedes ayudarle a materializar sus sueños. Me ha pasado con compañeros y amigos con los que había compartido buenos momentos, pero a veces llega la hora de separar los caminos. Y es muy duro.
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