El boom de la cultura del deporte en general y de las carreras por montaña en particular trae consigo que cada vez haya más tipos de entrenamiento. Además de las tiradas largas, las series o el trabajo de fortalecimiento, cada vez afloran métodos que buscan afinar al máximo el estado de forma del deportista.
Uno de ellos es el entrenamiento en fatiga, un método que es usado por corredores de élite, sobre todo en deportes de resistencia como los ultra trail, y que cada vez interesa más al corredor popular. Pero, como ahora te desvelaremos, es un entrenamiento con el que hay que tener muchas precauciones.
¿Qué es el entrenamiento en fatiga?
Lluis Capdevila, experto en entrenamiento deportivo, define en entrenamiento en fatiga como aquel que supone “realizar sesiones cuando nuestro cuerpo aún no se ha recuperado del último esfuerzo”. Pero, a pesar de que pueda parecer un procedimiento sencillo, no lo es, ya que conlleva ciertos riesgos.
Y es que el entrenamiento del cuerpo no es una fórmula matemática exacta, por lo que un entrenamiento en fatiga no tiene por qué suponer una mejora para el que lo realiza. “Si partimos de la teoría básica del entrenamiento, entrenar es una acción en la que estimulamos nuestro cuerpo con unas cargas de trabajo físico para que se produzca fatiga; nuestro cuerpo reaccionará y, como prevención a fatigarse, aumentará la resistencia y fuerza muscular, siempre dependiendo de nuestros límites fisiológicos. Esto es lo que dice la teoría, pero entrenar es mucho más complejo” apunta Capdevila.
El gran riesgo del entrenamiento en fatiga
Por ello, el entrenamiento en fatiga puede llevar a conclusiones equivocadas; “de esta vertiente se extrae el siguiente pensamiento: si conseguimos aumentar las cargas de trabajo, con más fatiga, nuestro cuerpo aumentará el rendimiento. Normalmente esto no es así, porque entrenar no es una fórmula matemática perfecta y porque nos puede producir el efecto inverso: el sobreentrenamiento” advierte Lluis Capdevila.
Y es que no podemos comprar nuestra preparación física con la de un atleta de élite, que dedica horas y horas cada semana a mejorar su estado de forma, pero con un control total de todos los parámetros, de forma que evite las posibles contraindicaciones de una preparación tan extenuante.
“¿Qué pasa entonces si nosotros realizamos entrenamientos en fatiga? Pues que al no estar bien recuperados, tendremos que rodar a un ritmo más lento, por ejemplo, y por lo tanto a unas pulsaciones más bajas. Entonces, ¿esto nos sirve para mejorar? Pensad también que realizando una jornada laboral completa, a veces de pie, si salimos a entrenar después, en cierto modo ya estamos entrenando en fatiga” apunta Capdevila.
“A partir de ahí aparecen todo tipo de propuestas, algunas son de “toda la vida” y otras de última moda, pero al final si queremos mejorar hay que trabajar muy, muy duro y con intensidades muy altas, siempre muy bien planificadas y ajustadas a nuestro nivel físico y a nuestros valores fisiológicos, ¡esto es lo más importante a tener en cuenta!” añade Lluis.
Entrenar no es una fórmula matemática
“Con esto quiero decir que a veces nos cuesta mucho realizar los entrenamientos muy duros, en los que solo pensar en lo que nos espera nos entra el pánico; realizar series de muy alta intensidad es un trabajo realmente costoso y hay que ponerle muchas ganas, y pensamos que podemos cambiarlo por otro tipo de trabajo, que según la “teoría” también nos hará conseguir el mismo resultado, ¡entrenando en fatiga aumentaré mi rendimiento! pero raramente esto fructifica de esta manera” sentencia Lluis.
Para aumentar nuestro nivel de rendimiento, no es suficiente con una sola acción ni un aumento del trabajo, es la “combinación perfecta” de los principales parámetros que intervienen en un proceso de entrenamiento: trabajo, descanso y recuperación, y estos tres deben tener el mismo nivel de prioridad.
