La recta más larga del mundo. Eso debió pensar Jim Walmsley en los últimos metros de su intento al récord mundial de 100 km. Fue en ese interminable tramo de asfalto en el que comprobó cómo se le cerraban las puertas de la historia del atletismo, por tan solo 11 segundos. Su tiempo final, 6 horas, 9 minutos y 25 segundos, es el segundo mejor nunca registrado en la distancia y el mejor de Estados Unidos.
Todo estaba preparado para la hazaña del norteamericano. Hoka One One, su patrocinador, había organizado un gran evento, que servía de presentación de su nuevo modelo de zapatillas con placa de carbono. Un nutrido grupo de corredores debían ayudar a Jim a romper la marca de Nao Kazami (6h09’14”). Y nueve vueltas sobre un recorrido de en torno a 11 km le esperaban.
El guion se cumplió durante buena parte del intento. Junto a sus compañeros fue clavando el ritmo de récord (3’41”/km) durante la primera mitad del trazado. Más tarde, ya en solitario, el norteamericano seguía avanzando con su larga y elegante zancada, arañando segundos al reloj.
A falta de 20 km, tenía un esperanzador margen de casi 2 minutos. Ni una sangrante herida en el hombro, fruto del golpe con una valla en una curva mal medida, parecía frenarle.
Sin embargo, era allí donde se jugaba la partida, y Jim llegaba otra vez demasiado desgastado al final. Las últimos dos vueltas fueron un auténtico suplicio para él. Poco a poco los segundos se le fueron escapando hasta que, ya en la plana definitiva, el récord del mundo le decía adiós. Su esfuerzo, sin embargo, ha sido justamente reconocido por la comunidad mundial del ultrarunning.
En la carrera femenina, la principal aspirante al récord, la también estadounidense Camille Herron, no tuvo su día y acabó abandonando con problemas en la cadera.