Comenzaron a hacerse conocidos en el mundo del trail running hace más de 20 años, cuando los aficionados estadounidenses tomaron contacto con estos indígenas mexicanos que viven a caballo entre las Barrancas del Cobre, la Sierra Madre y la Sierra Tarahumara. Entre ellos, esencial en este encuentro de culturas fue el malogrado Micah True, que fue el que más relación tuvo con ellos, hasta el punto de vivir más de una década y media como un tarahumara más.
La historia de los tarahumaras se remonta a mucho antes que el nacimiento del ultra trail tal y como lo conocemos. Sus primeros asentamientos datan de hace 15.000 años, que es cuando se cree que llegaron procedentes de Mongolia. Durante miles de años vivieron aislados de lo que conocemos como el primer mundo, hasta que poco después de la llegada de los europeos a América ambas culturas se encontraron por primera vez.
En muchos aspectos, son similares a las tribus de su entorno, con una gran diferencia, la costumbre de los rarámuri de desplazarse por su hábitat corriendo durante horas, de forma incansable, algo que tuvo un poder de atracción enorme para los primeros corredores de ultra trail americano que los conocieron.
Sería en los años 90 cuando gente como el propio Micah True o Christopher McDougall, impresionados tras verlos correr por las montañas del norte de México, les invitarían a medirse en una competición con algunos de los mejores corredores de ultra trail de la época en un escenario único: la Leadville 100.
Sólo se registraron dos participaciones de tarahumaras en aquella carrera, en 1993 y 1994. En el primer año, fueron hasta cuatro miembros de la tribu mexicana a competir y el resultado no pudo ser mejor, con la victoria de Victoriano Churro y el segundo puesto de Cerrildo Chacarito, pero además de por la victoria, impresionaron por sus formas.
Era común verlos fumar de forma continua, además de tener que fabricarse, como revela el propio McDougall en la biblia del ultra trail que es su libro “Born to Run”, su propio calzado con restos de un vertedero. Volverían un año después al mismo escenario y esta vez sería Juan Herrera el que impresionó al mundo: venció con una marca que no sería superada hasta una década después por uno de los mitos del trail como Matt Carpenter.
Pero si nos remostamos a principios del siglo XX, podemos recordar la presencia de dos tarahumaras en los Juegos Olímpicos de ámsterdam, en 1928. La delegación mexicana para la prueba de maratón contaba con dos raramuri, que quedaron en los puestos 32 y 35, aunque la anécdota viene al final: no entendían porque tras apenas 42 kilómetros la gente dejaba de correr y tuvieron que ser detenidos por la organización al poco de rebasar la meta. Para ellos, esa era una distancia demasiado corta.
Los huaraches, un símbolo
Si por algo se hicieron conocidos los tarahumaras era por no utilizar un calzado al uso. Olvidándose de la tecnología de la época, que tampoco era la de hoy en día, se fabricaban su propio calzado con trozos de goma para la suela y unas cintas de cuero para sujetar la goma al pie, algo que se bautizó como huaraches y que muchos consideran el inicio de la corriente minimalista en la montaña.
Quizá el momento más espectacular fue cuando Juan Herrera se quitó sus zapatillas deportivas a las pocas millas de empezar la Leadville de 1994 para ponerse esas sandalias con las que son capaces de recorrer decenas de kilómetros de una sola sentada. Cuando ahora se habla de drops, materiales ligeros y minimalismo en el calzado, los tarahumaras son uno de los precursores de una de las grandes tendencias del material de trail.
Tras esta aparición, los tarahumara no volvieron a competir en Leadville; los problemas con las cosechas les obligaron a buscar recursos y correr era una buena opción, pero una vez superada esa pequeña crisis de alimentos, volvieron a pastorear por las montañas que separan Estados Unidos y México.
La reaparición de los tarahumaras
Si bien es cierto que los tarahumaras siguieron participando en alguna que otra carrera, su patio de recreo se convirtió en el escenario de una carrera como la Copper Canyon, creada por Micah True, uno de los grandes amigos de esta tribu y que luchó por ellos durante los últimos 15 años de su vida.
Con el auge del ultra trail en Europa, los tarahumaras han visto como han vuelto a la actualidad; sin ir más lejos, en los últimos años varias carreras españolas han contado con su presencia: CSP-115 o Quixote Legend han visto entre sus participantes a Silvino Cubesare y Arnulfo Quimare.

Ambos realizaron una pequeña gira para conseguir ingresos para paliar los efectos de una nueva sequía que evita que sus cultivos salgan adelante; además, varios corredores españoles han creado pequeñas iniciativas para echarles una mano, como subastas de sus famosos huaraches, plataformas de donaciones o proyectos deportivos con carácter solidario.
Y es que los tarahumaras llevan esto de correr tan dentro de su ADN que no deben temer por perder esa costumbre. Sin ir más lejos, en 2013 una de sus corredoras más jóvenes, Catalina Rascón, acabó en segunda posición en el Ultramaratón de los Cañones, de 63 kilómetros, y eso contando con apenas 13 años.
Nacidos para correr
Con toda esta historia detrás, no es de extrañar que Chris McDougall bautizara su libro como “Nacidos para correr”, ya que es exactamente lo que estos indígenas mexicanos hacen, y lo hacen tan bien que consiguieron ganar carreras en las que estaban algunos de los mejores corredores, entrenados y con el mejor material deportivo de la época, dejándonos algunos de los momentos más especiales en la historia de un deporte que apenas está dando sus primeros pasos.
- Etiquetas: Micah True, Silvino Cubesare, Tarahumara

1 comentario
Exelente reportaje, conciso me encsnta su blog.