Imagina que llevas varios días sin dormir, está helando, y atraviesas una extensa loma de límites imprecisos. Imprecisos porque es de noche y porque sopla un viento atroz que apenas te permite mantenerte en pie. Arrastras los pies pesadamente por una mezcla marrón de nieve y barro… tienes las manos heladas y, para colmo de males, de vez en cuando te ves metido hasta las rodillas en un cenagal por prestar demasiada atención al GPS y no a las señales del camino… Miras tu reloj y aun te quedan más de 10 kilómetros hasta el próximo lugar donde puedas cambiar tu ropa. Tienes hambre, pero te da pereza parar a calentar algo de comida con tu hornillo por miedo a quedarte frío. Piensas seriamente en la posibilidad de retirarte… Este cuadro sería, aproximadamente el que pintarían muchos corredores de la Spine Race si les requiriesen un resumen de su experiencia: cansancio, frío, sueño, noche… dolor.
La Spine Race no es una carrera al uso. Sus organizadores la definen como la “carrera más brutal del Reino Unido”. Gran parte de esta dureza reside en que tiene lugar durante el frío, y a veces violento, invierno británico. La distancia a cubrir son 268 millas (unos 429 kilómetros). Los corredores disponen de 7 días para completar el recorrido y los ganadores suelen emplear más o menos 4. Por el camino, solo 5 bases de vida dónde recibir avituallamiento y poder acceder a tu bolsa de material. Pero ojo, la distancia entre ellas puede ser larga, hasta 98 kilómetros entre los puntos 1 y 2. Y en esos casi 100 kilómetros has de ser perfectamente autosuficiente.
Esas 268 millas separan las localidades de Edale, en Derbyshire, y Kirk Yetholm, pequeña aldea escocesa en los Scottish Borders, a través del Pennine Way: el más famoso, y el primero, de los grandes senderos nacionales británicos. Éste recorre la espina dorsal del país atravesando para ello tres parques nacionales: Peak Disctrict, Yorkshire Dales y Northumberland, además de trepar a The Cheviot, el lugar más frío de Inglaterra, o acompañar durante algunos kilómetros al Muro de Adriano. Lugares de gran belleza. Pero belleza que muchas veces se vuelve contra el corredor: las zonas altas, de gran valor ecológico, se sustentan sobre grandes extensiones de zonas semipantanosas y turberas, los llamados “peat bogs”. Acabar metido en ellas hasta las cejas no es una posibilidad, es una certeza. Como también es cierto que uno de los mayores problemas a los que se deben enfrentar los participantes serán las ampollas y otros variopintos problemas podológicos.
Añádase a este cóctel la ausencia de marcaje en todo el recorrido, y que los corredores han de usar sus propias habilidades de navegación para seguir el camino y se tendrá una idea aproximada de qué es la Spine Race y de su dureza. De su dureza y de su belleza.
Y es esa belleza, la de los parques nacionales británicos, la de sus inmaculados y mimados paisajes, en la que la mano del hombre no afea, sino que realza y subraya, la que nos lleva de vuelta a las Islas. No volvía allí desde el pasado abril, cuando realizamos nuestra Bob Graham Round.
¿Cómo preparar algo así?
Para preparar algo como la Spine Race se ha de tener en cuenta aquello que la diferencia de las demás pruebas: una gran distancia con una meteo salvaje, muchas horas de oscuridad y falta de sueño y, finalmente, un equipo muy pesado a la espalda.
En mi caso personal muchos de estos entrenos largos tomaban la forma de pequeños retos personales que te obligan a estar muchas horas en el monte, incluso días: el intento de travesía invernal de Gredos junto a Tito Parra, por ejemplo. Es imprescindible acostumbrarse a correr de noche y a sentirte cómodo mientras lo haces. Y también tienes que acostúmbrate a correr con frío y conocer bien cómo reacciona tu cuerpo cuando la temperatura desciende muchos grados bajo cero mientras estás corriendo y es de noche.
La confianza en tu material debe ser primordial. Aquí hay que olvidarse de las prendas ligeras para correr. Si quieres sentirte cómodo en una prueba como esta deberás usar unas mallas largas bien gruesas o, directamente un pantalón largo. Manoplas, gorros, camisetas térmicas, chaquetas cálidas de primaloft… prendas con las que habitualmente no sales a correr pero que en una prueba como esta son vitales. La velocidad no es una prioridad. Considerad que la velocidad media del ganador aquí no llega a los 4,5 km/h. Aquí no gana el más rápido, sino el que menos tarda en desintegrarse.
Un detalle importante es aprender a moverte por terrenos blandos, por nieve y, sobre todo, por barro. Si vives en el País Vasco probablemente esto parezca trivial, pero si eres un corredor de la meseta pronto te das cuenta de que estás fuera de lugar en ese terreno. Hay que buscar cualquier oportunidad en la que ponerse a prueba sobre el barro. Además, los pies van a estar a remojo durante largas horas y se debe tener especial cuidado con ellos. De hecho, los pies tocados son una de las principales causas de abandono en Spine Race.
Por último, el equipo obligatorio para la carrera, que incluye saco de dormir, funda de vivac, hornillo, recipiente para cocinar y crampones, es bastante pesado. Siempre que ha sido posible he salido a correr o a caminar con la mochila de la carrera, bien cargada. Cuantas menos sorpresas el día de la carrera, mejor.
Y aun así todo esto no es más que teoría, ensayos llevados a cabo aquí, en la relativamente tranquila Península Ibérica. Porque yo todavía no conozco la Spine Race. Pero lo haré. El día 14 de enero a las 8 de la mañana.

1 comentario
Mucha suerte con ella!!!! Dan ganas de intentarla de leer tu post, menuda pedazo de carrera!! Cuéntanosla en un post a la vuelta 🙂 Un saludo, iván