Poseedora de los récords americanos en 3.000 y 5.000 metros, en pista, y de 15 kilómetros de asfalto, en 2008 se dio a conocer gracias a su medalla de plata en los 10.000 metros en las Olimpiadas. Formada en el cross, en el que se hizo con el bronce en los Mundiales IAAF de 2011, ya había conseguido la plata en el NYC Marathon en 2010, pero ahora, con 36 años, cuando ha llegado su primera gran victoria internacional en la distancia reina.
¿Pero dónde se forjó esta pasión de Flanagan por correr largo? Pues, entre otros lugares, en las montañas de su Colorado natal. Fue en 1998, cuando todavía iba al instituto, el año en que participó en el duro Pikes Peak Ascent, una carrera de algo más de 13 millas (unos 21 km) hasta la cumbre de la montaña de 14.115 pies (4.303 m.), que nació como una apuesta contra el tabaquismo.
“No creo que hasta eses momento hubiera corrido una prueba de más de 6 millas, así que fue una jornada muy dura. No tenía ni idea de dónde me estaba metiendo, pero sentí como una adicción. Pensé que era la carrera más genial y desafiante que había corrido hasta entonces y realmente me inspiró y me ayudó a correr distancias largas”, explicó en 2015 para Pikes Peak Sports.
Flanagan ya despuntó en aquella remota carrera, firmando una octava plaza en la absoluta y ganando en su grupo de edad con un tiempo de 3 horas, 14 minutos y 37 segundos. Así recuerda los desafíos que le supuso el conocido como Barr Trail: “Me advirtieron, pero no sabía la importancia del desnivel. Solo sabía que iba a escalar durante mucho tiempo. Recuerdo haber pensado: ‘¿Llaman a esto una carrera?’ Tuve que caminar mucho, fue una carrera difícil que ponía a prueba todo, tu mente, tu cuerpo, pero fue una de las cosas más bonitas que he hecho«.
