Dentro del imparable crecimiento que el trail running ha vivido, han nacido cada vez más competiciones, con diferentes formatos, distancias, desniveles… Buscando que todo corredor tenga una competición que se adapte a lo que está buscando en cada momento.
También a nivel profesional hemos visto cómo se han creado nuevos circuitos nacionales e internacionales o se han ampliado otros ya existentes buscando copar una mayor cuota de mercado. Pero paralelamente a las competiciones, los retos personales, más conocidos como Fastest Known Times (Tiempo más Rápido Conocido), se han descubierto como la gran sensación del trail.
La larga historia de los Fastest Known Times
Este tipo de retos tienen su comienzo mucho antes que las competiciones de trail moderno; si bien hay unas pocas carreras con décadas de edad, la mayoría de las pruebas que podemos disfrutar ahora con relativamente jóvenes. Como muestra, el Ultra Trail Mont Blanc celebró su primera edición en el 2004, hace apenas 12 años.
Mientras, las rutas de montaña han estado siempre ahí y han sido objeto de tentativas de récords durante décadas. Hay ejemplos como la mítica Bob Graham Round que hunden sus raíces allá por la década de los años 30 del pasado siglo. Sin ir más lejos, el récord femenino de esta ruta con casi 90 años de historia se batió este mismo año, a manos de Jasmin Paris.
Han sido Estados Unidos y Gran Bretaña los grandes impulsores de este tipo de actividades; en estos dos países, es muy común conocer decenas de tentativas a diferentes rutas cada temporada, mientras que en España el crecimiento es relativamente reciente.
Si bien ya se realizaban este tipo de actividades con anterioridad, en nuestro país ha sido Kilian Jornet el que impulsó este tipo de actividades, primero con las Kilian’s Quest y luego con su proyecto Summits of my Life.
Lo especial de estos desafíos personales
En la última década, este tipo de desafíos se han hecho cada vez más comunes. Prácticamente todo corredor de larga distancia de primer nivel mundial ha llevado a cabo actividades de este tipo: François D’Haene en el GR-20, Ryan Sandes en la Drakensberg Traverse, Anton Krupicka o Anna Frost en la Nolan’s 14, Iker Karrera en la Chamonix-Zermatt, Scott Jurek y Karl Meltzer en el Appalachian Trail, Lizzy Hawker en el Himalaya, Fernanda Maciel y Karl Egloff en el Aconcagua, etc. La lista podría seguir hasta el final del artículo.
Estas actividades sólo suponen un reconocimiento, sin premios en metálico, fotógrafos en la meta ni podios de honor. Entonces, ¿qué es lo que lleva a los mejores corredores del mundo a adentrarse en este tipo de retos?
Por un lado, está el sentido de la aventura, algo que se ha ido perdiendo en muchas competiciones, en las que todo está controlado al milímetro. Salir a la naturaleza con la sensación de que es uno mismo y, según qué actividad, su equipo los que tienen en sus manos lograr lo que nadie ha logrado antes.
Y es que aunque no se hable de récords, sí se habla de Fastest Known Time, y eso significa algo más que ganar una carrera, que al fin y al cabo cada año tiene un vencedor. Se consigue algo único, un logro que en muchas ocasiones se valora mucho más que una victoria en una carrera de cierto prestigio.
Asimismo, se tiene una gran libertad a la hora de ir a por un récord de este estilo: los hay que los llevan a cabo en solitario o por grupos. Los hay que prefieren ir sin ningún tipo de apoyo y quien lleva un equipo de varias personas casi en todo momento. Imaginación al poder.
Las marcas y el marketing
Por supuesto, detrás de muchas de estas tentativas están las marcas que patrocinan a estos atletas. La competición parece algo trillado para conseguir diferenciarse de las marcas rivales, y precisamente estas actividades suponen un elemento diferenciador muy valorado en los departamentos de ventas. A partir de estos récords se crean todo tipo de contenidos: vídeos, fotos, blogs… que consiguen una gran visibilidad y viralidad en Internet.

Por ello es habitual que las marcas no sólo apoyen a sus principales atletas a la hora de hacer una tentativa a una ruta, sino que suelen animar a hacerlo, poniendo todo de su parte para que su atleta logre un éxito que acabe repercutiendo a nivel de imagen de marca y, posteriormente, en el número de ventas, que al final es de lo que se trata.
El poder del corredor popular
Pero además existe en este tipo de actividades un papel que normalmente está reservado a los corredores de élite, pero que en ocasiones logra un corredor desconocido. Y es que no es extraño que algunas de las rutas más prestigiosas del mundo tengan su récord en manos de corredores desconocidos.
Un ejemplo perfecto de ello es el Camino de Santiago, cuyo récord está en manos de óscar Pasarín. En Estados Unidos, alguna de las rutas más largas, de miles de kilómetros, han estado o están en manos de mujeres, sobre todo en el estilo más difícil: el que no tiene ningún tipo de apoyo.
Y al final, los “consumidores” son los que dan el aprobado final a estos desafíos. Suelen tener un gran seguimiento. Las redes sociales entran en ebullición cuando se consigue un nuevo récord y si una actividad tiene éxito se retroalimenta de una forma casi inverosímil: entrevistas, noticias, reportajes…
El papel de la “verdad”
El otro lado de la moneda viene por que al calor del éxito de estas actividades vienen los impostores; son muchos los que sin pruebas reclaman ser los nuevos plusmarquistas de una ruta en concreto. Sólo este mes hemos visto los casos del Appalachian Trail y la Trans-América, aunque se podrían estudiar casos incluso dentro de nuestro país.
Aunque haya carreras en las que haya habido atisbos de trampas, algunas con pruebas casi flagrantes, las competiciones tienen más control sobre los corredores y es muy difícil hacer trampas, aunque en los retos personales cada vez es más sencillo demostrar lo que has conseguido: publicar lo que vas a hacer y cuándo, realizar fotos y vídeos y completar el reto con un GPS que deje una prueba irrefutable en forma de “track”.
Si antes la simple palabra de un corredor era más que suficiente, ahora la llegada de estos impostores ha obligado a que las pruebas sean ya algo imprescindible a la hora de reclamar un nuevo récord y que no pase como con Brett Maune en el John Muir Trail.
Por todo esto, la moda de los “Fastest Known Times” ha llegado para asentarse como una modalidad más del trail running. Fue el germen de las carreras por montaña y ahora, con el auge de estas, parecen haberse convertido en un camino diferente, pero que tiene por delante un futuro espectacular. A corredores, marcas y aficionados les apasionan, porque hay pocas cosas en el deporte como un récord.
