Comencé a correr hace tres años. En ese momento no tenía ni idea de lo que eran las carreras por montaña y poco a poco fui descubriendo este nuevo mundo para mí. Aunque muchísimas personas ya disfrutaban de él, había hecho falta que me detectaran leucemia para que este universo paralelo, que discurría oculto, emergiera en mi vida.
Pronto me empezó a apasionar. Me atraparon sus retos y sus montañas. Fui descubriendo carreras con distancias que parecían completamente imposibles, al alcance de auténticos superhombres que dedicarían sus vidas a este tipo de hazañas y, entre estas pruebas, destacaba el Ultra-Trail del Mont Blanc. No podía entender que una persona fuese capaz de correr 170 km con sus 10.000m de desnivel positivo en un día. ¡Si yo casi no podía correr 40 minutos seguidos! Mi afán de superación me ayudó a procesar estos datos. Lo que meses atrás era algo inimaginable, tanto para mí como para las personas que me rodeaban, empezó a ser cada vez más viable.
Recuerdo que cuando empecé a correr pesaba 95 kg, acababa de dejar de fumar y mi condición física… digamos que no existía. Pasaron los días y los meses, la constancia y el trabajo hicieron que pasara de terminar carreras a estar en los primeros puestos. Incluso llegué a pelear con corredores, que para mí son ídolos, por la victoria sobre distancias que asustan solo de escucharlas. Y el UTMB seguía en mi cabeza, como el mayor de los desafíos al que me podía enfrentar. Solo pensaba en cómo hacerme un hueco en esa línea de salida o en la sensación que me llegaría a producir cruzar su meta.
En este camino había aprendido que no tenemos límites, que podemos hacer lo imposible siempre que lo deseemos con todas nuestras ganas. Y eso es lo que me ha pasado con el UTMB. A principios de la temporada de 2017, mi objetivo era conseguir los puntos necesarios para optar al sorteo de dorsales, pero a lo largo de la temporada hubo muchas sorpresas: obtuve el bronce en la Copa de España de Ultra y no solo había conseguido entrar en el sorteo, sino que también tenía los puntos ITRA para tener acceso como corredor de élite al UTMB.
Como os podéis imaginar, este nuevo paso me lleva a motivarme aún más si cabe y, siguiendo con mi filosofía, a seguir imaginando sueños imposibles. Soy una persona normal, tal vez con ciertas cualidades para esto, pero creo que lo importante es desarrollarlas con los años y yo llevo muy pocos. Lo que sí que sé es que el ímpetu con el que hagamos las cosas y la carne que metamos en el asador serán lo que nos acabemos llevando.
