Se acerca Pikes Peak y es inevitable recordar la figura de Matt Carpenter, uno de los corredores de montaña estadounidenses más importantes de todos los tiempos.
El atleta de Colorado (EE.UU.) no solo dejó las estratosféricas marcas en los dos recorridos de Manitou Spring, Marathon y Ascent, que casi 30 años todavía no se han superado, sino que hizo lo mismo en las 100 millas del cercano Leadville.
Nacido realmente en Asheville (North Carolina) en 1964, empezó a despuntar como atleta en su etapa secundaria y universitaria en Mississippi. Si con apenas 17 años debutó en su primer maratón con 3h11, un año después regresaría rebajando su marca más de 30 minutos. Ese fue el sello de identidad de este corredor inconformista, que no le importaba repetir carreras siempre con el objetivo de bajar sus propios tiempos, que a la postre, fueron los mejores de algunas carreras.
Su idilio con las carreras de montaña comenzaría, sin embargo, unos años más tarde. Y lo haría con la carrera a la que ha acabado indisolublemente ligado con el paso de los años, la Pikes Peak Marathon, en la que acabó rompiendo todos las que hasta entonces parecían ser los límites de la mítica distancia en montaña.
Ya por entonces era apodado «el pulmón», pues llegó a alcanzar un VO2 Max de 90,2 ml/kg/min en un estudio realizado en 1990 a una altitud de 2.000 m de altitud, además de otras variantes muy significativas de la genética que portaba este atleta, como sus 33 pulsaciones por minutos en estado de reposo.
Esos valores, casi únicos en la historia del deporte, estaban unidos a una capacidad de trabajo casi ilimitada. Su lema para el deporte, y como reconocería después también para la vida, era “Sal y corre duro. Cuando sientas dolor, sube la velocidad”.
Una anécdota explicada por él mismo pone de manifiesto su forma de afrontar el deporte; “cuando tenía mal el estómago, hacía mi entrenamiento de 30 minutos que consistía en un minuto fuerte y un minuto suave. Lo hacía en mi garaje y con el mando remoto en la mano y un cubo en el medio, ya que si no, no me daba tiempo a ir al baño y volver rápido. Corría por el exterior durante un minuto, entraba al garaje y usaba el cubo. Llamé a ese entrenamiento “un minuto duro, un minuto cagando”.
2h01 en el Ascent y 3h16 en el Marathon
Fue en 1987 cuando Matt Carpenter se probó por primera vez con Pikes Peak, apenas unos meses después de mudarse a Colorado. Hizo el Ascent, quedando cuarto. Regresó al año siguiente compitiendo ya en el Marathon, y además de la victoria estableció el tercer mejor tiempo de la historia con 3h38. Así fue el inicio de esta fructífera relación que le dio 18 victorias en 23 participaciones.
Sus mejores tiempos llegarían, sin embargo, unos años más tarde. A principio de la década de los 90, convertido ya en un corredor profesional, estaba en su apogeo atlético. Se preparaba para intentar entrar en el equipo estadounidense para el maratón olímpico de 1992, lo que le enseñó nuevos enfoques del entrenamiento que supo aplicar en la montaña y los éxitos no tardaron en llegar.
En el Pikes Peak Ascent and Marathon de 1992, corrió hasta la cima en un tiempo récord de 2h05. Luego se desmoronó en el descenso, perdiendo ante su rival Ricardo Mejía por casi 20 minutos. En un patrón que se repitió varias veces durante la carrera de Carpenter, utilizó esa pérdida como motivación y en 1993, realizó una de las mejores actuaciones en la historia de las carreras por montaña. Batió los récords tanto de ascenso, con 2h01’06”, como del recorrido completo, con 3h16’39”, superando en más de 25 minutos a Mejía. Tenía entonces 29 años y 29 años después, todavía son las marcas vigentes; ni Kilian Jornet las ha mejorado.
Otras hazañas
Aunque esta resultado, en ocasiones cuestionado, es la gesta más conocida de Carpenter, lo cierto es que registró otros triunfos y récords en carreras en altitud en Colorado y en otras partes del mundo. Desde 1994 al año 2000 formó parte de los Fila SkyRunners, lo que le permitió, entre otros, vencer la Copa del Mundo de Skyrunning en dos ocasiones, así como probarse en el Tibet, a 4.400 m de altitud, corriendo un maratón en 2h52.
Fue ya en el nuevo siglo cuando Carpenter probó la larga distancia. Era 2004 y se embarcaba en un nuevo desafío “marca de la casa”. Y es que en su primera prueba de 100 millas, su objetivo ya era vencer. La carrera elegida fue Leadville 100, y no por casualidad, ya que es la de mayor altitud del país, además de ser muy corrible. Ambos ingredientes eran perfectos para que ‘el pulmón’ volviera a hacer historia, pero no pudo ser y ‘el pulmón’ se tuvo que conformar con ser decimocuarto tras una carrera muy sufrida.

Pero nada mejor para el espíritu batallador de Matt, que al igual que cuando tenía 17 años, decidió que su segundo intento sería el que le llevara a la gloria. Para ello, cambió su entrenamiento. Volvió a aquello que siempre le había funcionado: poca longitud en los entrenamientos, mucha velocidad y más periodos de descanso.
Un año después, Carpenter estaba en la línea de salida y completaría una de las carreras más recordadas en Colorado. En aquel 2005, Matt no sólo conseguiría la victoria, sino que pararía el cronómetro en 15h42’, otra marca que tampoco ha sido superada. ¡Eran 7 horas menos que el año anterior!
Aquella actuación hizo historia. No sólo era su tiempo, sino el hecho de conseguir algo que se creía imposible, llegar a la meta con el sol todavía alumbrando. El editor de la revista Colorado Runner, una de las biblias de aquella época, apuntaba que “creo que Matt acaba de llevar al ultrarunning a un nuevo nivel”.
Poco a poco, y como es natural, el nivel de Carpenter fue bajando, pero eso no le impidió conseguir alguna victoria más. Y es que en 2011, cuando Matt contaba con 47 años, venció por última vez su carrera predilecta, la Pikes Peak Marathon a la que su nombre va tan asociado. Pero, lo que siempre se recordará, es la increíble figura de uno de los mejores corredores de montaña de la historia.
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