El pasado 20 de octubre, Márcio Villar do Amaral alcanzaba a pie Santiago de Compostela. No era un peregrino más, sino que se había convertido en la persona más rápida en recorrer el emblemático Camino. 6 días, 11 horas y 2 minutos empleó en recorrer los 820 kilómetros -una media superior a los 125km/día- que le separaban de su inicio en Saint Jean Pied, casi 4 horas menos que el vasco óscar Pasarín. “No hay que renunciar a los sueños por difíciles que sean o imposibles que parezcan. Es cuestión de tener fe, enfoque y determinación para que nada te lo impida realizarlos”, nos introduce.
La historia del brasileño bien podría parecer un sueño. Empezó en julio de 2016 hospital, donde unos fuertes dolores le llevaron a ser diagnosticado de artritis temporal juvenil. “Fue allí donde recibí el mensaje de un amigo con la noticia de que óscar Pasarín había batido el récord del Camino de Santiago. En ese mismo momento me dije: ‘esta enfermedad ha escogido a la persona equivocada, me voy a curar y voy a ir a por ese récord”.
El tratamiento finalizó pero los efectos colaterales de los corticoides habían afectado gravemente el cartílago de la cabeza del femur, por lo que unos meses más tarde tuvo que insertar una prótesis de titanio para recuperar su actividad como ultrafondista. El pasado 14 de octubre ya estaba en Aquitania, en los Pirineos franceses para comenzar la ruta, no sin antes ofrecer un rezo a la Virgen de Aparecida. “No creo que nadie haya corrido con una prótesis en la cadera tantos kilómetros. Era una de las cosas que más me preocupaba y traté todo el rato colocar el impacto en la otra pierna”.
El carioca fue siempre acompañado de otra persona, corriendo o en bicicleta, y además contaba con un coche de apoyo que le esperaba en cada ciudad de paso. Comía dos veces al día, parando unos 15 minutos, que se añadían a las 3 horas de descanso para dormir por la noche. “Lo más difícil fue seguir la señalización dentro de las ciudades en las que me perdí varias veces por la noche. También el temas de las ampollas que me lo hicieron pasar mal”, concluye en su explicación sobre el Camino de Santiago.
Cambio de vida
Analista de sistemas de profesión, trabajó durante años para una constructora en su Río de Janeiro natal. Era un trabajo sedentario que facilitó que este padre de familia empezara a anchar. En 2002, a los 35, había alcanzado un peso de 98 kg (con 173 cm de altura) que dificultaba incluso coger el autobús. Ante esta tesitura necesitaba un cambio de vida, incluir en su rutina hábitos saludables que le permitieran acabar con su sobrepeso.
Y así lo hizo. Cambió su alimentación y empezó a correr o, mejor dicho, a devorar kilómetros. Las cortas salidas a trotar del principio habían mutado en retos kilométricos, con los que llegaba a perder 8 kg en una sola prueba, y su obsesión ahora era finalizar algunas de las grandes ultramaratones del planeta. “La ultradistancia me aporta la posibilidad de superarme y, por tanto, felicidad. Es una sensación que engancha”.
Actualmente su currículum cuenta con un buen número de este tipo de pruebas, como la Badwater 135 californiana o los 217 km de la fría Arrowhead, donde una torcedura de tobillo estuvo a punto de costarle una hipotermia. Su cuerpo es testigo mudo de estas hazañas que lleva tatuadas en brazos y piernas (ver galería).
Doblando ultras
Las ansias de superación de Villar necesitaban de nuevo combustible. Las carreras, a pesar de sus más de 200 km, se le estaban quedando cortas y en 2010 fue pionero con una idea un tanto estrambótica: doblar los ultras haciéndolos en los dos sentidos. Empezó con su conocida las 135 millas de Brasil, que dobló haciendo 434 km en 82 horas, para seguir con la Badwater, la Ultra dos Anjos Internacional y la Jungle Marathon. Fue en la prueba de la selva amazónica donde tiene su récord personal de kilómetros corriendo al aire libre: 509 km en 92 horas.
Y decimos al aire libre porque a estas aventuras ha sumado también el récord Guinness de correr sobre una cinta ergonométrica: 823 km en 7 días. Lo hizo entre el 28 de junio y el 4 de julio de 2015, en el Centro Comercial Américas Shoppping.
La solidaridad como motor
El botafoguense vive en la actualidad por y para correr. Abandonó su trabajo en la constructora, lo que ha significado para él el “mayor desafío personal de su vida”, para volcarse en los retos del ultrarunning. “Ahora corro por causas sociales. Amo lo que hago y ayudo a quien lo necesita. Es muy enriquecedor”, explica este corredor que ahora regenta una tienda de deportes en la capital brasileña.
Su Camino de Santiago, como el de óscar Pasarín, ha tenido una vertiente solidaria gracias al ‘Projecto Junquinha’, que cuida de 165 niños con parálisis cerebral y síndrome de Down. Su próximo reto, que llegará el próximo mes de diciembre, también lo tendrá. Correrá por decimotercera vez los 100 km del Rei e Rainha do Mar con lo que espera conseguir patrocinios para pagar dos trasplantes de corazón.

- Etiquetas: Óscar Pasarín
2 comentarios
Esta publicación no se autoreferencia cuando el récord de lo daba a Steelman ehhh, jeje
Realmente es increible una persona tan comum y al mismo tiempo excepcional como corredor soy testigo de su fuerza mental, um ejemplo para muchos.