Tras 59 horas y media de competición, aparecía en el campamento que sirve de base de la Barkley Marathons, un corredor llamado John Kelly, que hacía historia al finalizar el considerado por muchos ultra trail más duro del mundo, la Barkley Marathons.
Mientras todos los focos se habían fijado en los grandes nombres que estaban en la línea de salida, como Gary Robbins o Michael Wardian, el que tenía reservado un puesto en una exclusiva lista era este desconcido corredor.
Aunque considerarlo corredor es mucho decir, ya que el principal deporte de John Kelly es el triatlón. Sin ir más lejos, la Barkley Marathons es el único ultra trail en el que ha participado, siendo esta su tercera participación, tras hacerlo en 2015 y 2016 donde no fue capaz de terminar.
Teniendo en cuenta que la organización de la carrera selecciona cuidadosamente quién corre y quién no, ¿cómo es posible que una persona que no corre ultras entrara entre los seleccionados no una ni dos, sino tres veces?
La razón viene dada porque Kelly ha vivido siempre en la zona donde se desarrolla la carrera; incluso hay un monte que lleva el nombre de su familia, llamado “Kelley Mountain”, y por el que los participantes deben correr. El reto era personal: demostrar que conocía tan bien el terreno que podía unirse a una exclusiva lista.
Más sorprendente resulta su historia si tenemos en consideración que hasta el año 2013, la distancia más larga que Kelly había completado eran apenas 10 kilómetros. Retomó entonces su faceta deportiva, que había dejado tras competir en la escuela y el instituto, hasta caer en el mundo del triatlón.
Antes incluso de ser finisher, John Kelly ya tenía ganado su pedacito de historia en la Barkley Marathons. Y es que en la anterior edición, se perdió entre la vuelta cuatro y la cinco, quedándose dormido en un lugar que el organizador pasó a llamar Upper Kelly Camp (Campo superior de Kelly).
Eso sí, para prepararse para la Barkley Marathons realizó un entrenamiento exhaustivo en el que llegó a recorrer, desde el 1 de enero de este mismo año hasta el día de la carrera, un total de 1.600 kilómetros.
Su llegada a la línea de meta fue a la vez emocionante, al tratarse de uno de los pocos corredores que ha logrado terminar la carrera, y cómica, al llegar con un gorro naranja y una bolsa de plástico. Ambos los había encontrado por la montaña y se los había puesto para luchar contra el frío.
Ahora, con la Barkley Marathons bajo el brazo, tiene como próximo objetivo el Iron Man de Hawaii, regresando a la que es su especialidad habitual. Eso sí, aunque no sea un corredor de ultras, ya tiene reservado su lugar en la historia de este deporte.
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