Esta es tal vez una de las historias más inesperadas de la última edición de Zegama Aizkorri. Y es que detrás de los múltiples éxitos deportivos y organizativos, se esconden otros relatos no tan alegres pero igual de reales y, tal vez, de los que más aprendizajes se pueden extraer. Es la vivencia de aquellos que no consiguieron cruzar la línea de meta, de los que fueron cortados al llegar fuera de tiempo en algún control y de los que tuvieron que abandonar por lesiones físicas o flaquezas mentales. Y entre ellas, esta es la historia de Maite Maiora.
La campeona guipuzcoana llegaba a Zegama como una de las principales favoritas, tras su victoria y récord del año pasado. A pesar de haberse entregado a fondo dos semanas antes en el Mundial de Penyagolosa, la de Mendaro nos contaba unos días antes de la carrera que se sentía recuperada para “dar guerra” en el maratón de montaña, que este año se presentaba más competido que nunca en la categoría femenina.
Pero sonó el pistoletazo de salida y la realidad fue distinta. Maiora sufrió desde los primeros metros, más mental que físicamente, y tras darle muchas vueltas decidió quitarse el dorsal en el punto de control de Sancti Spiritu (km 20). La muchedumbre que la esperaba en la subida al Aizkorri se quedó con las ganas de intentar empujarla hasta la cima.
“Me sabe mal por mis rivales”
¿Cómo estás?
Intentando asimilar todo lo que ha pasado. Tengo que aceptar que todos somos humanos y podemos fallar. Me sabe mal por mis rivales; parece que si las cosas van bien, me quedo, y si me van mal, me retiro. Eso no es bonito, pero no podía aguantar más.
¿Cómo has vivido la mañana?
Ya desde que me desperté me sentía muy rara. Normalmente, este día para mí es un día muy alegre y me suelo levantar muy contenta. Hoy no ha sido así, me estaba convencida de salir pero esperaba que al ponerme a correr todos los males pasaran a un segundo plano.
Y tampoco ha sido así.
No, la cabeza no me tiraba. Sinceramente, me ha podido la presión.
“Un amigo que me convenció para llegar hasta Sancti Spiritu”
¿En qué momento decides dejarlo?
Le he estado dando vueltas desde el principio. Pensaba que Otzaurte (km 7) vería a mis padres o que en Ultzama (km 8,7) estaría Iosu, y ambos puntos pensé en retirarme. Luego me encontré con un amigo que me convenció para llegar hasta Sancti Spiritu. Cuando subía a Aratz (km 16) ya sabía que solo me faltaba la bajada.
¿Cómo ibas en la clasificación?
No creo que fuera muy atrás, pero eso no era lo importante. No le encontraba el sentido a ir sufriendo tantos kilómetros de esa manera. Eso podría haber acarreado que dejara de correr de por vida. Si no llego a parar, hubiera sido mi última carrera.
“Si dejas de disfrutar, esto no tiene ningún sentido”
Entiendo que es algo más psicológico, ¿pero físicamente qué tal te encontrabas?
Tenía las piernas algo pesadas, pero por capacidad física hubiera podido subir al Aizkorri, aunque fuera más lento de lo normal. Pero si dejas de disfrutar, esto no tiene ningún sentido.
No tiene que ser fácil ver que todo tiene ganas de que lo hagas bien, mientras tú piensas en retirarte.
Eso mismo me ha pasado en Otzaurte. La gente me animaba con muchísima ilusión, pero yo no podía sentirlo. No podía disfrutar de esos ánimos. Ahí es cuando te das cuenta de que la cabeza no funciona. Aún así, me gustaría agradecerles ese empuje y siento mucha pena por no poder haber cumplido.
“También somos de carne y hueso”
Es el doble filo de ser la estrella local.
Sí, siempre he dicho que esta carrera es muy importante para mí y después de lo del año pasado no me podía permitir haber venido a hacerla tranquilamente. Ahora tengo muchas cosas que pensar, pero tal vez el año que viene me lo tome de otra forma.
A veces no nos damos cuenta, pero la élite aguantáis bastante presión.
Sí, y también somos de carne y hueso. El hecho de que tu nombre figure en un interminable listado de favoritos, las entrevistas y las ruedas de prensa, todo eso va añadiendo una presión que llevamos dentro y que no es fácil de manejar.

¿Trabajas esta vertiente psicológica con algún profesional?
Suelo ser una persona que lleva bastante bien la presión, por lo que hasta ahora no lo he necesitado, pero estas experiencias te hacen planteártelo.
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