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Karl Egloff: “Me encantaría intentar el récord del Makalu”

El ecuatoriano viajará en los próximos días hacia su primer ochomil, donde intentará no solo alcanzar la cima sin oxígeno, sino también ganar experiencia de cara a su ataque en velocidad en el Everest en 2023.


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El próximo 9 de abril Karl Egloff partirá hacia el Makalu (8.463 m), en la que será su primera expedición a un ochomil. Lo hará acompañado de otros montañeros y amigos, algunos de ellos con gran experiencia en las grandes alturas, buscando llegar a la cima de forma rápida y ligera y sin utilizar oxígeno suplementario.

Parado por la pandemia, el corredor y alpinista ecuatoriano retoma de esta manera su proyecto de ascensiones de velocidad en las principales cimas del mundo. Ya cuenta con las mejores marcas en el Kilimanjaro (2014), Aconcagua (2015), Elbrus (2017) y Denali (2019), y en la quinta montaña del mundo espera ganar experiencia para su gran meta del año próximo: establecer el récord de ascenso y descenso al Everest (8.848 m) por su vertiente china. Para completar su desafío de las Seven Summits, también le restarán la Pirámide Carstenz y el Monte Vinson, a los que espera ir en los próximos meses.

A sus 41 años, Karl lleva preparándose durante semanas para este proyecto. Como nos explica en la entrevista, además de vivir en los 2.400 m de Quito (Ecuador), ha utilizado máquinas de hipoxia y ha realizado entrenamientos en altitud. Su objetivo es llegar lo más aclimatado posible a Katmandú, donde estará dos días antes de tomar un helicóptero hasta el campo base nepalí. Evita así 7 días de ida y otros 7 de vuelta. “Quiero enfocarme realmente en el objetivo”, nos avanza. Regresará la última semana de mayo.

«Es algo que desde muy pequeño tenía en mente»

A pocos días de marchar hacia el Makalu, ¿cómo estás?
Es un sueño de vida poder, al fin, llegar al mundo de los Himalayas y de los ochomiles. Es algo que desde muy pequeño tenía en mente, pero es un mundo muy costoso y se me ha quedado ajeno por muchos años. Esta vez se alinearon las estrellas.

Karl Egloff y Nicolás Miranda en el Aconcagua
Karl Egloff y Nicolás Miranda

¿Con quién vas?
Voy con mi compañero de cordada, Nicolás Miranda, para el que también será su primera experiencia en ochomiles. Vamos con Esteban ‘Topo’ Mena, un gran amigo, que es actualmente el montañista con más trayectoria en el Himalaya, su compañera de vida, Carla Pérez, que también tiene un gran currículum. Y por último con Adrian Ballinger, norteamericano y dueño de la agencia Alpinglow Expeditions. Su experiencia nos es de gran ayuda. Vamos todos sin oxígeno excepto ‘Topo’, que va a guiar a una clienta.

«Es una gran incógnita cómo se va a sentir mi cuerpo»

¿Cuáles son tus expectativas?
Hay que ser sinceros, yo he estado 13 veces en la cima del Aconcagua, que tiene casi 7.000 m, pero no más arriba. Para mí es una gran incógnita cómo se va a sentir mi cuerpo más allá.

¿Qué se le pierde a un corredor como tú a tantos metros de altitud?
El montañismo que yo practico es ligero y rápido. Voy al Makalu con ese enfoque ambicioso, para intentar subir la montaña sin oxígeno y si se puede varias veces. Me gustaría hacer el récord del Makalu, pero no quiero anunciar algo que no está en mis manos por la meteorología o las condiciones de mi cuerpo. Mi preparación ha sido más atlética que montañística, corriendo todas las semanas, andando con peso o utilizando el hipóxico.

«No le tengo miedo a los 8.000 m, sí le tengo miedo a dormir en altura»

¿Cómo es este tipo de entrenamiento en déficit de oxígeno?
Vivir a 2.400 m no te quita para poder entrenar hasta los 6.200 m como he hecho. Hemos tenido un invierno con mucha nieve y mucho peligro, y la máquina me ha permitido trabajar la altitud sin salir de casa, leyendo un libro o estando con mis hijos.

Partiendo de que tu cima más alta hasta la fecha es el Aconcagua, llama la atención la elección de un ochomil tan alto y técnico como el Makalu.
Es la que tuvimos la oportunidad de ir, junto al Dhaulagiri. Este era más bajo y en una expedición en la que no conocíamos a nadie. Es cierto que son casi 1.600 m más de lo que he estado anteriormente, pero también tengo el reloj de arena para hacer el récord del Everest. Si Dios quiere, estaré dentro de un año allí. Por eso he querido ir a una montaña alta y ver qué es lo que puede suceder en mi organismo. Si bien no le tengo miedo a los 8.000 m, sí le tengo miedo a dormir en altura. Tenemos un cuerpo muy entrenado y por las noches se baja mucho el pulso, llegando a sentir mucho ese desgaste.

«A los 3 me empecé a aburrir del programa, así que estuve 12 días entrenando a 6.200 m»

¿Cuánto tiempo has estado trabajando con la máquina de hipoxia?
Aunque era algo escéptico, quise probarla por necesidades familiares, durante un programa de 15 días. A los 3 me empecé a aburrir del programa que me dijeron y la puse a tope, así que estuve 12 días entrenando a 6.200 m. Con la máscara saturas (entre 65-72% de oxígeno en sangre) cuando estás entrenando y puedes presionar a tope porque sabes que puedes quitártela en cualquier momento. Ahora sí que creo en ese futuro de entrenar en altitud desde casa.

¿Cómo eran tus entrenamientos en hipoxia?
En estos 15 días he entrenado doble jornada: la primera activa y la segunda en reposo. Entrenaba un día de cada dos en la cinta de correr con una mochila de 15,5 kg de peso, al máximo de inclinación posible y trataba de ir entre 5 km/h (12’/km) y 8 km/h (7’30”/km), con el pulso subiendo hasta 155 ppm y la saturación baja, hasta tal punto que a ratos necesitaba agarrarme de la máquina para no caer. El otro lo hacía en bicicleta estática, entrenamientos más largos sin peso. El objetivo en el entrenamiento pasivo era estar cerca del 70% de saturación. Al desconectarte tienes un poco de mareo, al inhalar oxígeno de golpe y tienes que comer y descansar. Después de la primera semana también empecé a correr fuera del hipóxico. Por las noches, también me conectaba 4 horas diarias, descansando e incluso durmiendo.

«Lo más importante en este punto no es entrenar, sino no enfermarte»

¿Qué conclusiones has sacado?
Al terminar tuve mucha fatiga y la sensación de que tenía un pulmón más grande. Inmediatamente me hice una prueba de esfuerzo, me saqué sangre y me di cuenta de que estaba muy desgastado, me faltaban minerales y estaba deshidratado. Estas últimas dos semanas, que ya estoy trabajando con el hipóxico, estoy recargando con sales. También estoy corriendo en altura y voy a ir a dormir a la cumbre del Chimborazo (6.263 m). Pero lo más importante en este punto no es entrenar, sino no enfermarte.


Volviendo al Makalu, ¿qué ruta tenéis mirada y cómo es?
Es muy difícil responder a esto con antelación, pero la idea es ir por la ruta normal porque mi objetivo es ganar experiencia en los 8.000 m para ver cómo responde mi cuerpo. Quisiera que la segunda parte de la expedición estuviera enfocada para el récord del Everest, entrenando en velocidad y probando el equipo. Si tienes un buen día para atacar un récord, tienes que ir muy ligero. Te la vas a jugar, por eso tienes que saber en qué cosas puedes arriesgar y en cuáles no. Eso se aprende allí, así que el Makalu va a ser una gran escuela para mí.

«Si se nos da la oportunidad, tal vez podamos hacer un intento en velocidad o incluso ir por otra ruta»

¿Cómo de rápido crees que podéis ir?
Ya veremos cómo se encuentra la montaña y cómo responde nuestro cuerpo. Casi todo lo que lees sobre los ochomiles es que ejercen un desgaste brutal, así que iremos muy conservadores. Eso sí, si se nos da la oportunidad, tal vez podamos hacer un intento en velocidad o incluso ir por otra ruta. Todo puede pasar. Tal vez sea durísimo y nos de un golpe de humildad, como también puede ser que nos vaya sobradamente bien y podamos hacer varias cosas en una ventana corta.

¿Cómo vais a funcionar en la montaña?
Sin duda vamos a ir autosuficientes, no tenemos la ayuda de sherpas ni de nadie del campo base para arriba. Aunque tengamos que llevar mucho peso, eso nos da mucha libertad de movimiento. ¡Es la primera vez que me voy de expedición sin tener que preocuparme de nadie más que del equipo! Y eso me da mucha felicidad. Estaremos 5 o 6 semanas en el Himalaya haciendo lo que queramos. Carla y Adrian también van a ir sin oxígeno, aunque posiblemente podamos ir algo más rápidos y podamos colaborar con sus sherpas.

«Me encantaría poder intentar el récord de Anatoli [Bukréyev], de 21 horas y 45 minutos»

¿Es posible hacer un ataque en formato nonstop del campo base a la cima y regresar?
Sí, tal vez no el primer ataque, porque le tengo demasiado respeto a los ochomiles y queremos ayudar a armar las cuerdas fijas. Después sí, me encantaría poder intentar el récord de Anatoli [Bukréyev], de 21 horas y 45 minutos, que lo hizo en 1994. Todo lo que hagamos después del primer intento estará muy enfocado a lo que pasará el año siguiente, por eso estoy feliz de que sea una montaña alta porque me va a enseñar mucho.

Así que todo esto es una preparación para la montaña más alta del mundo.
Sí, el objetivo es la búsqueda del récord mundial en cada uno de los Seven Summits [las montañas más altas de cada continente]. Llevamos cuatro y los tres que restan son logísticamente muy complicadas. La Pirámide Carstensz ha estado cerrada durante tres años y ahora la van a abrir. El Vinson es una montaña muy costosa, razón por la que no he podido ir hasta ahora. La idea es ir en noviembre al Carstenz, en enero al Vinson, en febrero al Aconcagua, para intentar abrir una nueva ruta en el Aconcagua, y luego ya enfocarme desde inicios de abril en el Everest.

«Estamos ya trabajando en el Everest, porque sabemos que los permisos desde el lado chino son muy complejos»

Con la gente que va a haber en la montaña, ¿cómo lo vas a hacer?
Eso es justamente lo que quiero entender bien y para ello es importante tener gente que haya estado muchas veces ahí como son ‘Topo’, Adrian o Carla, que ya me han dicho precisamente qué días podrían ser. En base a eso, se hace la planificación. Estamos ya trabajando en ello, porque sabemos que los permisos desde el lado chino son muy complejos. Si no lo lográramos en primavera, la idea sería hacerlo otra vez en otoño para tratar de finalizar el proyecto en 2023.

¿Por qué tanta prisa?
No lo estoy apresurando, sino que lo he postergado por la pandemia. La idea era terminar este año. Siento también que los años pasan, tengo 41 y no sé si en cinco años quiero seguir corriendo por las montañas a tope y arriesgando la vida. Por más preciso que uno entrene, siempre vas a estar expuesto en un día de récords. Recientemente en el récord de Cotopaxi (5.897 m), donde tengo más de 400 ascensiones, me resbalé y no pude frenar. Me fui 30 o 40 metros al vacío, y me rasguñé. Aunque sea una montaña que conozcas, nunca deja de ser peligrosa.

«Quiero empezar pronto a vender el proyecto»

Así que lo quieres terminar pronto.
Sí, porque quiero también empezar pronto a vender el proyecto. Han sido tres años duros, de cortar el césped para ganar 10 euros. Ir a los ochomiles es algo tan costoso que no sé cómo hacen los alpinistas.

Cambiando de tercio. Recuerdo que en 2019 estuviste compitiendo en Europa, concretamente en Zegama. ¿Qué relación tienes ahora con el dorsal?
El trail lo llevo en la sangre y es cómo yo entreno. El año pasado quedé campeón nacional en Ecuador y estoy clasificado para representar a mi país en Tailandia. El año pasado me puse muchas veces el dorsal, pero siempre aquí. En 2019 quedé en deuda porque llegué de la pared sur del Aconcagua con congelaciones y dolores durante todo el año. En Zegama empecé a tener calambres muy temprano y me encantaría volver a ir para poder codearme adelante. Siempre me ha gustado competir, aunque este 2022 la prioridad es finalizar mi proyecto. Nada más regresemos a casa es el Skyrunning del Cotopaxi, que sube a la cima, ese será mi siguiente dorsal.

Este es un extracto de la entrevista completa, que puedes ver en nuestro canal de Youtube.


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