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ENTREVISTA

Karl Egloff: “El récord en el Huascarán es alpinismo moderno, de velocidad”

El montañero ecuatoriano logró un nuevo récord: el Huascarán en 11 horas con su compañero Nicolás Mirada. Sigue con el objetivo a largo plazo de batir el récord en la montaña más alta de cada continente. También quiere ser el más rapido en la montaña más alta de cada país de Sudamérica. Proyectos apasionantes, pero no tan importante como el que comenzará en unas semanas: ser padre.

Karl Egloff y Nicolás Miranda durante su ascensión al Huascarán en 11 horas (junio 2016)
Karl Egloff y Nicolás Miranda durante su ascensión al Huascarán en 11 horas (junio 2016)
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Karl Egloff comenzó haciéndose un nombre batiendo el récord de Kilian Jornet en el Kilimanjaro. Pero cuando logró mejorar el tiempo del catalán en el Aconcagua, su figura se hizo todavía más grande, hasta hacernos ver que estamos ante uno de los grandes representantes del alpinismo en velocidad. Ahora, sigue inmerso en su proyecto “7 Summits”, que le mantendrá ocupado algunos años.

«Los últimos 200 metros costaron muchos por el viento, que venía de frente»

¿Cómo ha sido el Huascarán?
Es una montaña sumamente delicada, muy partida, en la que hoy por hoy no suben clientes, sólo montañistas experimentados, guías… Este año no ha subido un cliente a la cumbre. Queríamos ver el terreno; al llegar subimos, no diría a tope, pero sí bastante rápido, para ver cómo iban el equipo, el terreno y la seguridad. Lo hicimos desde el mismo sitio desde donde salimos cuatro días después para el récord.

¿Cómo fue ese primer contacto con la montaña?
Lo hicimos para aclimatar, nos fue muy bien pero nos dimos cuanta de que la cumbre sur estaba inaccesible. Había grietas y los caminos estaban muy expuestos. A 6.400, a 300 metros de la cima sur, nos dimos cuenta de que no había paso y habría que arriesgar mucho. Decidimos bajar para intentar subir a la norte, que estaba más estable. éramos la primera expedición en llegar a la cima norte. Tuvimos un día espectacular y nos dio la confianza para el día del récord.

¿Cómo fue el día del récord?
Salimos desde Musho, a 3.500 metros de altitud. El terreno estaba muy complicado, es un camino de carros. Luego es un sendero y finalmente se pone todo muy pronunciado, con piedra suelta, que no te deja correr con ritmo. Llegamos al refugio en una hora y 50 minutos. A 6.000 metros, en el Campamento 2, nos sorprendió un viento muy fuerte. En Internet las previsiones no daban viento, daban unos 20 kilómetros por hora, pero en eso momento se puso a 70-80 kilómetros por hora de viento, que levantaba nieve y no dejaba ver, porque golpeaba los ojos.

Los últimos 200 metros costaron muchos por el viento, que venía de frente. Además estábamos cerca de la hipotermia. Cada vez que el viento daba un descanso, avanzábamos. Llegamos en 6 horas y 52 minutos a la cima. Nos quedamos uno o dos minutos arriba y bajamos lo más pronto posible.

«Es duro correr con un compañero, yendo solo puedes ir siempre ir a tu ritmo, pero con un compañero te hace pensar en él, en no fundirlo»

¿Fue el descenso muy complicado?
Cuatro días antes el clima fue acogedor, pero el día del récord no. Esto nos obligó a destrepar, con el terreno congelado, haciendo que tuviéramos que cuidar mucho la seguridad. Descendiendo con el piolet en la mano, tratando de hacer las cosas bien, a pesar del viento. Según algunos datos, el último récord en subir y bajar fue de 22 horas. Nosotros lo bajamos a 11 horas, pero con un mejor equipo y mejores condiciones, se podría bajar aún más. Nos vamos contentos, muy contentos, porque fue un proyecto muy personal.

¿Por qué decidistes embarcarte en el proyecto de las cimas más altas de América?
Es para ir dejando un mensaje en nuestro continente. Aquí el deportista que triunfa se va fuera, como en el fútbol. Nosotros queríamos mandar el mensaje de que aquí hay montañas muy difíciles, que demandan un estilo de montañismo extremo, con escaladas en hielo. Muestra un poco lo que es el montañismo moderno, de velocidad, más que correr.

«Físicamente, el Aconcagua demanda por la distancia, siempre a gran altitud durante doce horas. En el Huascarán hemos ido con todo el equipo de montañismo, que te hace ir más pesado.»

¿Qué fue lo más difícil de este reto?
Yo creo que fue la poca logística que tuvimos. Bajamos a media noche en taxi al lugar de la partida. Nuestros amigos nos esperaban en el refugio para darnos botas y crampones. Pero el resto del recorrido lo hicimos sin agua ni comida. Sabíamos que estábamos con un equipo corto. Los últimos 300 metros fueron muy duros, estás cansado y hay que luchar todo ese tramo contra ese viento blanco y fuerte, que nos amenazaba con retirarnos. Decidíamos continuar, bajando la cabeza, avanzando como se podía. El viento y el frío nos la jugaron. Unas horas después aún tengo algunos dedos sin actividad completa.

¿Cuál es el más duro de los retos que has hecho en los últimos años?
El Aconcagua, por su distancia, que son casi 60 kilómetros. El Huscarán son 40 kilómetros, pero con un desnivel igual. También es verdad que el Aconcagua tiene en todo momento un sendero, que te permite correr y llevar un ritmo. Es muy importante para un corredor mantener las pulsaciones.

En el Huascarán eso no lo tienes nunca; tiene un terreno muy irregular, muy quebrado, en todo momento hay piedra suela, plataformas de granito que tienes que descender, ascender, escalar… Al llegar al inicio del glaciar, por las sequía, está totalmente helado, no puedes correr. Cuando llegas al cuello de botella, donde caen los seracs, es imposible ir a tope. Es más importante la seguridad.

También es duro correr con un compañero, porque estando solo puedes ir siempre ir a tu ritmo, pero con un compañero te hace pensar en él, en no fundirlo… Eso hace que no vayas a tu máximo potencial, o él va demasiado rápido… Haber hecho este proyecto en equipo lo ha hecho bastante duro.

«Las montañas de Sudamérica son montañas que no hay que subestimar, que demandan mucho como montañista más que como corredor. Estas montañas no te perdonan»

¿Por qué lo has hecho en equipo?
Hasta el inicio del glaciar lo podría haber hecho sin compañero, porque el terreno de aproximación te lo permite. Luego puedes seguir solo, pero por seguridad es mejor no hacerlo pues hay pasos sobre grietas en los que puedes caer si cometes un error. A esa altitud un rescate es muy difícil.


Por otro lado, quería promocionar un poco a Nicolás Miranda, con el que nunca había hecho un proyecto completo. Venía de una temporada magnífica y quería ver cómo está para proyectos futuros. Los 7 summits serán en solitario, con él como ayuda. Pero los proyectos paralelos algunos los haré solo y otros con Nicolás, dependiendo de la ruta y la seguridad. Y me interesa que esté entrenado para estos proyectos.

¿Se te hizo más duro el Huascarán que el Aconcagua?
Físicamente, el Aconcagua demanda por la distancia, siempre a gran altitud durante doce horas. Pero en el Aconcagua tenía un gran equipo de logística, sabía que encontraría comida y agua y no tenía que cargar nada. En el Huascarán hemos ido con todo el equipo de montañismo, que te hace ir más pesado. Aquí caminas casi tres cuartos de la ruta sobre un glaciar muy peligroso. La dificultad es relativa. En el Aconcagua había un tiempo muy fuerte, el de Kilian, y tienes que estar pendiente del reloj; en el Huascarán te podías sentar, tomar algo, y seguir. En general, el Aconcagua ha sido un poco más duro.

«Cada año intentaremos un récord de los 7 Summits, porque hay que tener continuidad. Pero son muy costosos, son ligas todavía muy lejanas»

¿Qué otras cimas os quedan en Sudamérica?
El Huascarán ha sido la segunda tras el Aconcagua. Nos quedan cinco por subir, incluyendo el Chimborazo. La conozco de memoria, pero está planificado hacerla en una buena ventana durante este año. Tenemos el Pico Bolívar, en Venezuela, para el año que viene, y el Cerro San Cristóbal de Colombia, que de momento está cerrada al público y hay que pedir permisos. Y luego nos queda el Ojos del Salado, en Chile, planificado para finales de año. Y para terminar nos faltaría el Sajama, de Bolivia, muy dura, fría, que bastantes compañeros lo han pasado muy mal. Tiene características similares al Huascarán. Mi padre dice que la peor noche de su vida la pasó al Huascarán, por el frío. Son montañas que no hay que subestimar, que demandan mucho como montañista más que como corredor. Estas montañas no te perdonan.

Al Chimborazo le habrás dado algún ascenso en velocidad ¿no?
Pues no, la verdad es que no. He guiado varias veces pero nunca he subido en teniendo como objetivo ir rápido. Tiene un récord muy fuerte, de César Rosales, que por casualidad de la vida fue la persona que nos encontramos en el Huascarán. Es casi irónico y a la vez un poco destino que la persona que nos encontramos fue él. Fue muy significativo que nos ayudara esta vez. Tiene el récord en 2h37′.

¿Cómo ves la posibilidad del récord en el Chimborazo?
La conocemos muy bien, sabemos en qué momento hay que ir. Tiene que haber un poco de nieve, hay mucha piedra y hielo. No puedes descender corriendo desde la cumbre. Estamos esperando que haya nieve para que se asiente. A partir de ahí iremos concretando el tema. Creo que el tiempo es factible, pero se necesita una buena aclimatación y gente en la ruta que te ayude en algunos momentos con cuerdas.

«En tres o cuatro semanas recibo a mi hijo y me toca enfocarme en la familia. El proyecto más grande de mi vida.»

¿Cuándo piensas que podrías culminar tu proyecto?
A más tardar esperamos terminarlo en 2018. Paralelamente, cada año intentaremos un récord de los 7 Summits, porque hay que tener continuidad. Pero son muy costosos, son ligas todavía muy lejanas. Estamos pendientes del Denali y de volver al Elbrus, a ver si esta vez hay mejores condiciones. Este año hicimos un muy buen esfuerzo, una excelente aproximación, que fue importante para conocer la montaña. Estos récords son muy pulidos, se han bajado varias veces, y necesitas tener el día perfecto para conseguirlo.

¿Cuál será el próximo del “7 summits”?
Supongo que será volver al Elbrus, el mayo del próximo año. Quizá se pueda aprovechar el viaje para viajar hasta Oceanía, un terreno mixto, con escalada. Estamos averiguando cómo hacer toda la logística. Luego podríamos pensar en el Denali y posteriormente, para finalizar el proyecto, el Vinson y el Everest.

Y mientras seguirás con tu trabajo de guía, ¿verdad?
Depende mucho de la época del año; ahora, en verano, tengo grupos de Suiza en Ecuador y tengo la suerte de estar guiando. Otras épocas la guianza es muy pobre y estoy más en la oficina. Trato de que todo tenga un equilibrio y no descuidar nada. Pero tengo la suerte y la libertad de enfocarme más en los proyectos. Ahora he cerrado mi temporada, tras seis meses de entrenamiento muy fuerte. En tres o cuatro semanas recibo a mi hijo y me toca enfocarme en la familia. El proyecto más grande de mi vida. En septiembre iremos a Ojos del Salado y luego a guiar al Aconcagua.


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