Isabel Elvira Armas, pasajera de Joëlette: “Tienes dos opciones: morirte de pena o hacer algo”

Participar en las carreras con el Pichón Trail es una buena manera para hacer frente física y mentalmente a su esclerosis múltiple. Nos cuenta lo que se vive desde la silla.

Equipo del Pichón Trail con Isabel Elvira Armas como pasajera
Equipo del Pichón Trail con Isabel Elvira Armas como pasajera   Bryan Trujillo
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Hay algunas frases que quieren ser motivacionales, pero se topan con la cruda realidad. Querer no siempre es poder, porque no todo depende de nosotros y porque, a veces, sencillamente, no podemos más. Y eso es así, pero es innegable que, cuando afrontamos las cosas de cara, tal y como son, y le echamos ganas y una sonrisa, la felicidad es mayor.

Isabel Elvira Armas apostó por eso, por no quedarse quieta y vivir su enfermedad, la esclerosis múltiple, con una actitud positiva. Solo se detiene cuando no le queda más remedio. Ha encontrado en las carreras en Joëlette una pasión que le hace sentir que vuela. Quién no querría vivir eso una y otra vez.

En su club, el Pichón Trail, tiene a una familia en la que apoyarse, que le ayuda a ella y a otras muchas personas de forma altruista. El equipo participa en pruebas deportivas en toda Canarias -y fuera de las islas- llevando siempre un mensaje de solidaridad y apoyo a las personas con esclerosis.

Después de conocer la visión de Guillermo, piloto de joëlette, es el momento de descubrir la de Isabel, pasajera en la pasada Santa Cruz Extreme.

«Siempre quise hacer algo con las cartas que te tocan»

¿Qué te motiva a participar en pruebas de este tipo?
Después del diagnóstico de esclerosis múltiple tienes un periodo de duelo. En mí caso fue relativamente corto. Siempre quise hacer algo con las cartas que te tocan, con esas hay que seguir. Y tienes varias opciones, sentarte en el sofá y morirte de pena o hacer algo con lo que te tocó. Y yo siempre preferí la segunda opción. Después de conocer a los pichones y ver lo que hacen por los enfermos de esclerosis, le dije a Jon Hernández, uno de los chicos del Pichón Trail, y a Guillermo después, que quería correr. Así empezó todo.

¿Cómo conociste al Pichón Trail?
Un amigo de mi pareja conocía al equipo porque su pareja tiene esclerosis múltiple y estaban ya metidos en el proyecto de los pichones. Entonces, quedé con Marino Álvarez, presidente del equipo, y me explicó qué cosas hacían. Lo primero que pensé es si hacían todo eso sin pedir nada a cambio. Para mí, al principio, era flipante encontrar a gente tan abierta y solidaria. Me sumé al equipo al momento.

Además de participar en carreras en Joëlette, ¿de qué manera te ayuda el club?
Tienen muchos mini proyectos. Por ejemplo, a mí me pagaban el entrenamiento en piscina y me ayudaron a adaptar el baño donde vivo. Tuvimos que pedir permiso al casero, porque estoy de alquiler, y adaptaron el baño. Para agradecer eso no hay palabras.

Luego hacen talleres para que estés ocupado y con la mente activa, como el Arte con Emociones. Siempre que puedo me sumo, porque disfrutas mucho. Conoces a un montón de gente y es muy terapéutico. Si te quedas en casa, la tristeza te sube por las piernas. Es importante activarse un poco.

Un equipo conduce una silla Joëlette en Santa Cruz Extreme 2022
Un equipo conduce una silla Joëlette en Santa Cruz Extreme 2022

«Cuando te bajas estás molida como un zurrón»

¿Cómo te preparas para correr en Joëlette?
Este año, aparte de nadar, me apunté a pilates. Al principio, iba como usuaria en la Joëlette. Lo entendía como que ellos me transportaban y yo no hacía nada. Esa es la primera idea que te haces cuando ves la herramienta, pero cuando te bajas estás molida como un zurrón. No es tan fácil. Te dejas transportar, pero debes tener un control de tronco y postural. Así es más fácil de conducir para ellos y tú no acabas tan cansada.

Las primeras veces en la joëlette iba muy rígida, agarrada como si me fuese la vida en ello. Acababa reventada, pero ya no. Ahora tengo confianza en los pilotos y como tengo un mayor control postural me canso menos, aunque acabo con agujetas igualmente, jaja.

Por lo que dices, ¿también te ayuda en tu día a día?
Sí, por supuesto. Cuanto menos me mueva, peor para mí. Es verdad que hay muchas veces que no tengo ganas de mover un dedo, porque la enfermedad es la que es, por mucha actitud positiva que tengas, pero las carreras me ayudan a superar esos momentos. Tampoco desde el Pichón Trail me dejan parar mucho. Siempre cuentan conmigo para las carreras y yo soy muy novelera…

«Estar activa con ellos te ayuda a sobrellevar esos días en los que tienes que parar»

También te ayudará mentalmente…
Estar ocupada y sentirte parte de un todo creo que es vital. Y muchísimo más cuando tu cuerpo y tu mente van en direcciones opuestas. En mi caso, mentalmente estoy bien, aunque he perdido algo de capacidad de concentración y memoria, aunque dicen que puede ser la edad, pero el cuerpo manda. Cuando el cuerpo se frena, mi mente sigue activa y pienso en hacer la compra, recoger la ropa, hacer la comida… Pero mi cuerpo ya ha dicho que no. Y ese día ya no haces nada. Gestionar esa diferencia es muy muy duro. Estar activa con ellos te ayuda a sobrellevar esos días en los que tienes que parar. Los ves de otra forma.


En las carreras se ve que tienen un sentimiento de equipo fuerte, ¿es así?
En todas las carreras y con todos los pilotos pasa lo mismo: se crea un súper vínculo muy especial. Al final, la meta siempre es llegar y poder hacer el recorrido, no es ganar. Alguna vez, claro, hemos dicho que el objetivo es no llegar los últimos, pero no nos genera competitividad. Se genera un vínculo muy bonito y al llegar te emocionas. En la Santa Cruz Extreme noté que ese vínculo había llegado a otros niveles. Fue un sentimiento súper bonito.

«Ellos son mis piernas, sufriendo el desgaste físico»

¿Cómo generas un vínculo de confianza con los pilotos?
Es difícil esa pregunta. Me sale de forma natural. Nunca he sido una persona desconfiada y siempre fui bastante abierta. Me he llevado bien con todo el mundo y me resulta fácil conectar. Aparte, yo ya me siento corredora y entiendo después de tantas carreras como se sienten los pilotos. Eso también me une mucho, porque ellos son mis piernas, sufriendo el desgaste físico, pero tenemos que ir todos a una, como uno solo.

Desde el principio hay que hablar, qué se quiere hacer y cómo se quiere ir, porque no queda otra. La comunicación es clave en Joëlette. Los corredores individuales tendrán una conversación consigo mismos, pero aquí se multiplica por cinco o por seis, los que vayamos.

Yo siempre les voy preguntando cómo van, sobre todo al piloto de detrás porque no le veo. También si necesitan agua o lo que sea, como yo lo puedo transportar, estoy pendiente.

Un equipo conduce una silla Joëlette en Santa Cruz Extreme 2022
Un equipo conduce una silla Joëlette en Santa Cruz Extreme 2022

«No me gusta llegar la última»

¿Y cuál es tu papel?
Pues dicen que voy con un látigo, jajaja. Nunca he sido muy competitiva, pero me he ido viniendo arriba y no me gusta llegar la última. Yo les tengo que ir diciendo cómo voy, porque el equilibrio es importante. Si veo que me estoy cayendo hacia adelante o hacia un lado les tengo que decir, dándoles indicaciones. En la Santa Cruz Extreme fui todo el rato resbalándome y era muy incómodo. Al final, tuvimos que parar y ponerme unas bridas en los tenis. Otra cosa que hago es ir cantando el terreno si el piloto de delante no lo ve. Hago de copiloto.

¿Qué emociones tienes cuando vas en una Joëlette?
Adrenalina a tope. Es como si estuvieras volando. Tienes la sensación de no tocar el suelo y eso es brutal. Tengo clarísimo que, si tuviese un super poder, sería el de volar. En las bajadas sientes mucha adrenalina. Me impresionan mucho más que las subidas. De hecho, ha habido alguna en la que he pedido que me pongan el arnés de los hombros, porque ellos van más rápido y yo paso más miedo, aunque normalmente te sumas a su emoción y lo que quieres es seguir y seguir.

«Desde el diagnóstico la neuróloga me dijo que tenía que ir a nadar»

¿Y antes eras muy deportista?
No, nada, sillón ball. De pequeña sí hacía más deporte, como jugar a baloncesto y era más activa, pero luego qué va… Nada. Después se convirtió en algo obligatorio. De hecho, desde el diagnóstico la neuróloga me dijo que tenía que ir a nadar y yo tardé dos años en darme cuenta de eso. Ya una vez que empiezas y ves lo que te beneficia, lo asumes y para mí ya no es opcional.

Habrás pensado mucho en hacerlo antes…
Sí, siempre piensas que estarías mejor físicamente o que la enfermedad habría avanzado menos si hubieses puesto más de tu parte. Pensar eso es inevitable, es algo muy del ser humano, pero sí creo que estaría mejor. No lo sé. También hay cosas que no dependen de uno, pero es verdad que lo piensas.

Como bióloga, ¿vas observando el paisaje en las carreras?
Sí, y eso lo he recuperado gracias a los pichones. Cuando ellos se pican con una zarza, pienso en el nombre científico y cuando dicen ¡cuidado, rama!, digo qué tipo de árbol es. Creo que es inevitable porque yo estudié por vocación. Luego, cuando hacemos senderos, ellos se preparan el recorrido y siempre nos explican algo y como yo eso me lo sé, me preguntan si lo dijeron bien o no. Yo estoy siempre intentando sumar y añadir más información. Me encanta.


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