Hace poco más de un mes que Belén Rodríguez y Nahia Quincoces regresaron del Denali (6.190 m). La cordada de deportistas españolas, la albaceteña más corredora y la navarra más esquiadora, viajó el 26 de mayo hacia la montaña más alta de Norteamérica con la intención de realizar un ascenso y descenso en velocidad, algo que finalmente no les fue posible. Sí que se alcanzaron la cima por la ruta normal durante su proceso de aclimatación.
“Era un reto que me llamaba la atención y surgió la oportunidad de realizarlo en una expedición de mi club, la RSEA Peñalara. Aunque no nos conocíamos mucho, habíamos formado equipo en una carrera en los Alpes, así que pensé que Nahia sería una buena compañera”, introduce Belén, amante de este tipo de desafíos como ya demostró en la 0-4-0 (superada posteriormente por Ragna Debats) o en el Cotopaxi.
“Más que a la altitud, teníamos cierto miedo a las condiciones de frío y viento que no podíamos encontrar. En el Denali, desde que te deja la avioneta a 2.000 m hay mucha aventura, porque eres tú la que decide los campamentos, el camino o la comida. Eso es lo que más me motivaba”, añade Nahia.
Con la única referencia de las 21 horas y 6 minutos de la estadounidense Katie Bono, la pareja se aclimató llegando a la cumbre el día 2 de junio por la vía West Buttress, un trazado de unos 25 km y 4.000 m positivos con fuertes pendientes y tramos de aristas rocosas. “Lo hicimos desde el campo 3, a 4.300 m de altitud, sin dormir más arriba. Nos sentimos super bien y fue un día perfecto”, continúa Nahia.
Tras dormir una noche en el mismo C3 (o Medical Camp), llegaron a la base al día siguiente, con la idea de descansar antes de afrontar su ataque rápido. Sin embargo, la previsión meteorología atisbaba un cambio de tiempo, por lo que finalmente decidieron dormir unas pocas horas y salir temprano durante la siguiente madrugada. Lo volverían a hacer por la normal y combinando los esquís de montaña con los crampones.
“Nos abrigamos mucho, pero hizo más calor del que pensábamos. Fue muy duro porque al haber nevado la tarde anterior e ir las primeras, tuvimos que abrir mucha huella, lo que nos hizo ir bastante más lento de lo esperado”, explica Nahia.
“Íbamos muy cargadas y en el Medical Camp llevábamos más de una hora de retraso. Después en las cuerdas fijas pillamos cola. Toda esa tardanza mermaba nuestra seguridad y cuando llegamos a 5.000 m ambas decidimos darnos la vuelta. Tal vez podíamos haber intentado el récord, pero si había tormenta nos iba a pillar. Me alegro de no haber conocido el Denali con ese marrón”, amplía Belén.
Unos días más tarde, y sin posibilidad de realizar un nuevo intento, dieron por finalizada la expedición que, si bien no ha sido exitosa respecto al objetivo del récord, sí que añade una importante experiencia al currículum de ambas montañeras. “Tras muchas carreras y muchos montes, hacer este tipo de montaña un poco más expuesta, más alta, más salvaje, me atraía, especialmente porque estás todo el rato encima de la nieve y puedes avanzar mucho con esquís”, reflexiona Nahia.
“Es evidente que para venir aquí se necesita un mínimo de experiencia en alpinismo, escalada y nosotras la teníamos. Las dos hemos competido, entrenamos y tenemos la seguridad de que podemos superar 4.000 m positivos en una jornada. También, por mi formación científica de fisiología de la altitud y la nutrición, íbamos muy bien preparadas”, añade Belén, que ya vislumbra su próximo objetivo: “Quiero ir al Manaslu, un ochomil no demasiado alto. Ahora empieza la difícil tarea de conseguir financiación, los 12.000 o 13.000 euros que piden. Hay montañas que parece que sean para gente con dinero, más que para deportistas”.
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