Nació en pleno Valle de Aosta, uno de los epicentros del montañismo alpino; su familia tenía pocos recursos, pero fue quizá eso lo que le hizo ser uno de esos deportistas adelantados a su tiempo, tachado casi de loco por las actividades que realizaba, pero con el tiempo reconocido como una de las grandes figuras del deporte de montaña.
Tras una infancia ayudando a su madre, una humilde pastora, Brunod tuvo que asistir al servicio militar. Casualmente, aquella fue su primera experiencia con el deporte, pero en lugar de las montañas, se fijó en las bicicletas. Poco a poco, Brunod fue destacando dando pedales y eso le llevó a alcanzar el profesionalismo, siendo compañero del mito italiano Claudio Chiapucci.
Y es que no fue hasta los 32 años cuando Brunod comenzaría a interesarse por esto de correr en las montañas; “comencé a correr tarde, porque no sabía que tenía talento este talento para hacerlo. Estaba acostumbrado a andar por aquellas rocas y piedras toda mi vida, por eso no me costaba tanto” admitía el propio Brunod.
En aquella época, la especialidad de correr por la montaña era llevada a cabo por un puñado de amantes del alpinismo que fueron tachados de locos: corrían con vistosas mallas de colores y son el equipo habitual para ascender a algunos de los picos más técnicos de Los Alpes, como el Cervino o el Monte Rosa.
“éramos felices con lo que hacíamos. Estábamos acostumbrados a caminar y escalar en la montaña. Se podría decir que tenía un talento o que era diferente a otras personas; esa habilidad y agilidad la desarrollé cuando era pequeño, para pasar por lugares por los que los demás no podían hacerlo” sentencia.
Mientras, Bruno Brunod se ganaba la vida como albañil, una profesión que desarrollaría a lo largo de su vida. Pero eso no le impedía marcar hitos en la historia de alguna de las montañas más icónicas del mundo. El niño que ganaba carreras porque se veía pobre frente a sus rivales más acomodados se convertía, sin saberlo, en el pionero de una especialidad que no estaría en auge hasta casi 20 años más tarde.
Y es que fue la casualidad la que quiso que Bruno conociera las carreras por montaña; “en aquel entonces tenía 32 años y nunca pensé que me podía convertir en un atleta, pero entonces vi una carrera por montaña y me dije a mí mismo que este era mi deporte. Tenía que probarlo, porque me tenía que demostrar algo. Lo probé y fue realmente bien” según Brunod. El resultado fueron dos victorias en los Campeonatos del Mundo de Skyrunning.
Además del gran record que marcó en el Cervino, recientemente batido por Kilian Jornet, la hoja de servicios de Brunod como corredor de montaña fue espectacular, con plusmarcas en el Monte Rosa, el Kilimanjaro, el Aconcagua o el Ebert. En el Everest también lo intentó, pero se quedó a 500 metros de la cumbre en un día en el que la montaña no deseaba a nadie en su cima.
Repasando su historial, no podemos dejar de remitirnos a la gran figura del skyrunning contemporáneo, Kilian Jornet, que también tiene o ha tenido como objetivos algunos de los picos que una vez fueron conquistados por Bruno Brunod, poniendo su nombre como el ser humano más rápido que los ha subido y bajado.
De ahí que no extrañe que el gran ídolo de la actualidad, el propio Jornet, le dedique estas palabras a Brunod; “para mí y para todos los que corremos por la montaña, Bruno es un dios. Fue el primero en ver la montaña de esta manera, de salir del pueblo y hacer cima lo antes posible y bajar lo más rápido posible. Es la mejor forma de hacer trail running. Es pura montaña”.

Pero claro, allá por los 90 no existían las facilidades de hoy en día, sobre todo las tecnológicas. El calzado y la ropa que utilizaban era muy precaria, como el propio Brunod reconoce; “las zapatillas nos las hacíamos nosotros, a la antigua usanza”.
Eso, por supuesto conllevaba unos peligros que también admite Bruno, al apuntar que “por supuesto que tomábamos riesgos en aquella época, pero en ese momento yo me sentía muy seguro de mí mismo. Cuando tenía algo en mi cabeza, no me lo podía sacar. Me sentía confiado, como si fuera a ir andando. Antes de intentar el Cervino me preparé realmente bien; ascendí la montaña 34 veces, hasta que llegué a conocer cada roca del trazado”.
La humildad de Brunod quedó una vez más demostrada el verano pasado, cuando formó parte del equipo que echaría una mano a Kilian Jornet para batir su propio record del Cervino. No faltó para felicitar a su heredero, que años después ha cogido el testigo y llevado el skyrunning a las masas.
Entonces, seguro que no pudo evitar que le viniera a la cabeza ese verano de 1995, cuando marcó una época en el mundo de la montaña, ascendiendo y descendiendo el Cervino en un tiempo de 3 horas y 14 minutos, apenas 22 minutos más que Kilian Jornet, que lograría esta marca casi 20 años más tarde. Como anécdota, Brunod acertó el tiempo que acabaría marcando Kilian, una prueba más de que el Cervino es como el patio trasero de su casa.