El reloj marcaba las 7:00 hora local cuando la Ancient Oaks 100 Miles tomaba la salida. Fue el sábado y la localidad estadounidense de Titusville (Florida) daba el pistoletazo con treinta y ocho participantes. Entre todos ellos se encontraba Earl Blewett, un veterano y experto corredor de ultra distancia de 57 años que en ese momento de emoción no podía ni llegar a imaginar lo que estaba a punto de sucederle.
Más de 80 ultramaratones avalaban a Blewett. Pero ya sabemos que nunca es suficiente.
El circuito de la Ancient Oaks 100 Millas es circular. Los corredores deben completar 29 vueltas para completar los casi 161 kilómetros de la prueba. Fue alrededor de la milla 55 cuando la organización dejó de recibir noticias de uno de los atletas, era Earl Blewett. La señal de alerta se encendió. La carrera se paró. Se dirigió a todos los participantes hasta el punto de partida y evitar así que nadie obstaculizara la búsqueda.
Voluntarios y corredores centraron su esfuerzo en buscar a Earl por los diferentes senderos del parque, pero también por zanjas y barrancos próximas al recorrido. Nada. No había forma de dar con él.
El director de la carrera declaró a Irunfar.com la evidente preocupación que había entre todos ellos “nos parecía extraño que Blewett se hubiera perdido dada su experiencia”.
Las horas pasaban y tanto organizadores como corredores comenzaban a lanzar diferentes hipótesis con los que intentar explicar esta extraña desaparición. Sonaba con fuerza la idea de que Earl hubiera abandonado la carrera sin avisar a nadie, pero fue rápidamente descartada al comprobar que su coche continuaba estacionado en la zona con su teléfono móvil y documentación.
El domingo se sumaron a la búsqueda las autoridades locales. Tres unidades caninas, seis vehículos todoterreno, cinco personas a caballo y un equipo de efectivos a pie equipada con tecnología de detección del calor.
Era lunes. Los efectivos no habían parado ni un minuto de buscar a Earl Blewett. La preocupación se podía observar en la mirada de todos los que estaban allí. Pero por fin, cuando las varillas del reloj marcaban las 8:00 horas dieron con él. Habían pasado 35 horas. Y allí estaba, detrás de Knight’s Armament Company, una planta de fabricación de armas de fuego situada a un kilómetro del parque en el que se celebraba la carrera.
Earl no presentaba heridas graves. Las primeras hipótesis apuntaban que una posible lesión en el tobillo producida tras una caída pudo provocar que se desorientara.
