Era una meta que perseguía desde hacía tiempo y que se le había escurrido de las manos en otras ocasiones. Después de una dura recuperación tras su complicada expedición al Makalu, Núria Picas estaba convencida de que podía ser su momento, pero ha procurado mantener un perfil bajo antes de la prueba. Con la victoria ya entre sus manos, habla de la carrera y también del emocionante final que tuvo al público en vilo.
¿Cómo ha sido llegar a la meta la primera después de desearlo tanto?
Después de estar tantas horas sola corriendo por la montaña, encontrar a tanta gente animando en la meta fue un momento muy emocionante.
¿Qué te pasó en el último tramo?
Llevaba 45 minutos de margen que al final fueron tres, pero no tenía la sensación de que Andrea Huser me fuese a pillar. Lo que pasó fue que no podía respirar en la bajada, como si fuera un ataque de asma o la ansiedad de cumplir el sueño. Más científicamente, me ha dicho una médico que quizá fue un poco de broncoespasmo por el frío que hacía en la parte de arriba. Me costaba mucho respirar, no podía, era como si estuviera a ocho mil metros, la sensación me recordó a cuando estuve en el Makalu.
¿Sentías que se te escapaba la victoria?
Estabais más nerviosos todos que yo. Sabía que iba a ganar, la carrera ya era mía.
«Hoy tienes que sufrir»
¿Cómo es la UTMB?
Es una carrera muy dura, es increíble, tiene unas bajadas y unas subidas… Ya no me acordaba de lo que era, pero es un tute impresionante: 170 kilómetros de arriba y abajo. Esta vez, además, con malas condiciones por nieve, frío y lluvia que, en realidad, me gustan.
¿Qué ha sido lo más duro?
Lo más duro son los últimos 3 kilómetros. La subida a la Flégère fue durísima. Estás a punto de llegar y te fallan las fuerzas.
¿Cómo preparas la cabeza para un esfuerzo así?
Me quedé con una frase de mi nutricionista, Sandra Sardina, que me dijo: «Hoy tienes que sufrir». Me ayudó muchísimo porque cuando lo estaba pasando mal me decía que me tocaba sufrir, que serían unos minutos o unas horas, luego ya estaría. También me había escrito en el brazo Today is your day, que hoy era mi día, una frase que me dijeron una vez y que tenía interiorizada. Tenía que ser mi día, no podía fallar. He estado todo el verano entrenando para la carrera y he cuidado todos los detalles, sabía que iba a ser el momento. Los días antes he querido huir de la prensa, aislarme y no meterme presión.
«Tuve que bajar in extremis salvando la vida»
Vienes de una temporada en la que has estado recuperándote de la expedición al Makalu. ¿Qué te pasó?
En el Himalaya tuve una neumonía, que es un virus que tenía pero que se manifestó en altura. Pasé momentos delicados y tuve que bajar in extremis salvando la vida. Al final fue bien, me dicen que tengo más vidas que un gato. No volveré al Makalu porque ya he estado dos veces y me gusta cambiar, pero la montaña nos gusta… y ahí está.
¿Qué pasó, concretamente?
Tuve dos momentos muy críticos en los que pensaba que me iba. Estaba a 7.800 metros sin poder respirar por la neumonía que me oprimía los pulmones. Me quedé sola, la gente estaba arriba y no me oía cuando grité. Al final resultó fácil. Supervivencia pura y dura y para abajo. Cuando me metí dentro de la tienda apenas me podía estirar porque me dolía mucho el pecho. A esa altura no tienes muchos recursos. O bajas o mueres, y fue duro.
¿Es más duro el Himalaya o las carreras?
Creo que es más dura la UTMB a pesar de estar cerca de los tuyos. El Makalu es delicado cuando traspasas la línea de 7.500 metros. Yo no tengo la fiebre de hacer cima y esto me hizo sobrevivir, seguro. La UTMB es durísima. No hay peligro de quedarte pero requiere un esfuerzo tiránico. En el Makalu, si controla los riesgos y la montaña te deja, es todo más liviano.
