A priori parecía sencillo recorrer las 268 millas de la Spine Race, la ultra que une las localidades de Edale, en el centro de Inglaterra y el pequeño pueblo escocés de Kirk Yetholm, a través de la Pennine Way, un sendero de gran recorrido que atraviesa Reino Unido por su espina dorsal. Pero al duro invierno británico, cargado de agua y nieve, se le unió una ciclogénesis y un terreno pantanoso que en muchas ocasiones que parecía querer engullirte, por lo que en un principio parecía ser algo relativamente cómodo, se convirtió en algo bastante más duro.
Afronté la carrera como la primera de un proyecto gordo en el que me he embarcado este año,: el circuito 5 Legends, un compendio de carreras de ultradistancia a realizar en 3 años que se compone, además de la Spine Race, de Transpyrenea, del Tor des Géants, de la TransOmania y del Yukon Artic Ultra. Así que en Gran Bretaña eran dos mis objetivos: intentar luchar por una carrera que se adaptaba a mis características, con muchas horas y sufrimiento, y el segundo de acabarlo para completar el circuito.
“La prueba de 2 horas que había hecho en casa nada tenía que ver con las 12 que tardé en llegar a la primera base de vida”
Tras un riguroso control de material el día antes de la carrera (hay que llevar saco, esterilla, hornillo, funda de vivac, 3000 cal de comida, ropa y GPS), tomamos la salida en la cabeza de carrera en un primer día sin agua, lo que nos permitió cubrir de manera más o menos cómoda la primera parte hasta la primer base vida. Allí empezaron los problemas, los calcetines impermeables, comenzaron a hacerme llagas en los pies, debido a un error de principiante, los había puesto sin calcetín interior. La prueba de 2 horas que había hecho en casa nada tenía que ver con las 12 que tardé en llegar a la primera base de vida.
Poner otros calcetines interiores me dio cierta comodidad, pero el aumento de volumen en los pies hizo que mis aquiles rozaran demasiado con las zapatillas y que a partir del segundo día no pudiera correr. Tocaba caminar deprisa. Fue en este tramo donde coincidí con mi buen amigo Oliviero Bosatelli, ganador del Tor en 2016 cuando yo hice 3º, y fuimos tachando kilómetros juntos llegando a la meta casi a la par.
La primera noche la pasamos bajo una lluvia incesante. El resultado: guantes empapados y manos frías, suerte que al final tuve la suerte de comprar unos guantes de fregar en un súper, que me dieron cierto confort para poder llegar a la siguiente base vida en sección era la más larga, con unos 100 km sin asistencia. Aquí afronté la primera parada para dormir, un par de horas. Y es que esa era la estrategia: dormir dos horas en cada base de vida a partir de la segunda, aunque debido a la neutralización que sufrimos permanecí 7 horas más en la cuarta base.
“La filosofía era clara: ritmo constante y no parar”
Desde allí la carrera se desarrolló bajo el blanco de la nieve, con zonas en las que ésta alcanzaba espesores de más de 60 cm, y que hacía muy lento y duro el avance. La filosofía era clara: ritmo constante y no parar. Algunos pasos por colinas fueron bastante duros a causa del fuerte viento y la ventisca, obligando a ir en modo “expedición”, con las gafas de ventisca, tapados a tope e inclinados para evitar ser tirados por el viento.
Tantas horas y tanto frío hacían que comer fuera una necesidad. En las bases vida devoraba los platos de pasta o de garbanzos que nos ponían, el porrige de avena antes de marchar y una buena dosis de café para afrontar cada uno de los nuevos tramos. También llevaba una buena cantidad de alimento para pasar los tramos, a veces muy largos, entre avituallamientos.El hecho de encontrar algunos restaurantes por el camino, y que el reglamento te permita comprar comida en ellos es un hecho interesante, y a nivel estratégico es fundamental. Una pequeña parada de 20 minutos para comer un buen plato de pasta es recargar el motor de una manera excelente.
Otro de los aspectos más duros de esta carrera es seguir el track, ya que no está marcada la ruta. Y a veces en mitad de la noche y la nieve, resulta difícil atravesar por los sitios correctos los ríos y no perder el sendero que permite andar un poco más cómodamente que por mitad del terreno pantanoso.
“Sólo el hecho de que psicológicamente estuviera muy focalizado en la meta, hizo que consiguiera llegar a tocar el muro de piedra del Border Hotel”
El hecho de que los pies no entraran en las zapatillas, debido al aumento de volumen de estos y al doble calcetín convirtió en algo muy duro a nivel físico las dos últimas secciones de la carrera. Sólo el hecho de que psicológicamente estuviera muy focalizado en la meta, hizo que consiguiera llegar a tocar el muro de piedra del Border Hotel, en Kirk Yetholm, icónico punto final.
Más que una carrera ha sido una aventura. No creo que se pueda afrontar a la ligera una historia de este estilo, a pesar de que sus números nos hagan pensar que pueda ser más sencilla, esconde muchos enredos y dificultades. Un lugar donde repetir, quizá. Antes habrá que dejarlo reposar un poco y sobretodo recuperar los pies.