Kilian Jornet volvió a correr en casa y ganó. Tras unos años de ausencia, el catalán se reencontraba con su carrera, sus montañas y con un público entregado que no paró de animarle desde la salida hasta la meta. Una plaza de Cataluña abarrotada lo recibió entre vítores y aplausos, demostrando así la gran admiración que sienten hacia él.
Notablemente emocionado, a su llegada, no paró de firmar autógrafos, hacerse fotos y de agradecer a todos la fuerza y las muestras de cariño que había recibido durante toda la jornada.
Allí, entre toda aquella gente, le esperaban dos personas muy especiales: su madre y su abuelo. Tras aquel baño de masas, con la discreción que lo define, se acercó a ellos para celebrar su victoria y compartir un momento íntimo repleto de emociones encontradas.
Y es que no es un secreto. Kilian Jornet reconoce ser un afortunado por poder dedicarse a lo que más le gusta: la montaña. Pero como ocurre en casi todo, también aquí hay una parte menos buena: la gestión de la fama.
Cavalls del Vent 2011, el día que todo cambió
Kilian comenzó a destacar en este deporte muy joven y lo hizo a lo grande, como nadie lo había hecho hasta el momento. No había récord ni carrera que se le resistiera. Lo que lo convertía automáticamente en el gran favorito. La presión aumento, nada de lo que hacía parecía suficiente, y llego el día en el que su cabeza dijo basta.
Fue en Cavalls del Vent, en 2011, la prueba que precede a la actual Ultra Pirineu. Era la carrera de casa, pero también su “bestia negra”. El año anterior ya tuvo que tomar la difícil decisión de retirarse y parecía que la historia se iba a repetir.
No era nuevo. Aquel día el corredor y alpinista catalán llegaba como el claro candidato a la victoria tras haber firmado su tercer triunfo en el UTMB y otros tantos éxitos importantes, como la Zegama – Aizkorri o la Western States 100.
Ya durante la presentación de la prueba en la jornada anterior se notaba las ganas que tenía todo el mundo de ver ganar allí a Kilian. Y no solo eso. Querían que cruzara la meta en primera posición, pero también que lo hiciera en tiempo récord. El día siguiente, a las 7h, la prueba comenzó y los kilómetros fueron pasando. Los gritos de ánimo del público, de su familia y amigos le empujaron a seguir, a continuar luchando por el objetivo que se le exigía.
Emprendió su ascenso hacia el Niu de l’Àliga y la fatiga apareció. Tenía al líder de la prueba, Miguel Heras, a tan solo unos segundos, pero Kilian no podía seguir. Su cabeza puso el límite que su corazón no supo y abandonó.
Muchos recordarán sus lágrimas. Eran de tristeza, de rabia, de angustia. Aquello marcó un antes y un después en su carrera deportiva. Durante un tiempo se apartó de la competición con el objetivo de “recargar energía, necesito tomarme un descanso para volver a sentirme motivado”, declaraba entonces. Un parón que le sirvió para aprender a planificar mejor sus temporadas y a gestionar mejor la todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Y es que sin quererlo ni buscarlo se había convertido en un ídolo.
El año del frío, la victoria y el récord
Un año después de aquel fatídico día, Kilian Jornet regresó a Bagà para competir en Cavalls del Vent. La presión sobre él no era menor, pero el joven corredor de montaña había aprendido a gestionar la situación y con el único objetivo de disfrutar de su carrera. Además, aquella temporada el número de competiciones también fue menor, lo que le ayudó a llegar allí en un buen estado de forma.
En la línea de salida de la plaza Portxada estaba Kilian, pero también otros grandes nombres como Anton Krupicka, Miguel Heras, Tòfol Castanyer o un jovencísimo Manu Merillas; mientras en el cuadro femenino destacaba la participación de Núria Picas, Anna Frost, Emelie Forsberg, Uxue Fraile, Emma Roca o Uxue Fraile. El espectáculo estaba servido.

Un gran cartel de corredores que tuvo que compartir protagonismo con las duras condiciones climatológicas con las que aquella jornada despertó la localidad de Bagà. La lluvia y el fuerte viento hacían que el termómetro no lograra superar los 10ºC, llevando a los participantes de esta exigente prueba a una situación de carrera muy extrema y compleja.
Como era de esperar, a pesar del gran elenco de trailrunners que aquel día acompañaban a Kilian, todas las miradas se dirigían hacia él. Era su tercera vez allí y todos soñaban con verle ganar en casa. Lo que el público no esperaba era que aquello ocurriera como lo hizo, ni a sabiendas de todo lo que ya había sido capaz de lograr hasta el momento. Y es que aquel día no solo ganó regalando un bonito duelo con el gran Anton Krupicka, que llegó a Bagà tras dos años apartado de la competición por lesión, sino que además lo hizo batiendo el récord de la prueba.

Aquel día la cara de Jornet a su llegada a meta lo decía todo, notablemente emocionado y exhausto tras el gran esfuerzo realizado, tras dos abandonos por fin ganaba la Cavalls del Vent.
El día que ganó Kilian y la amistad
Tras dos años de ausencia Kilian volvería en 2015 a correr la Ultra Pirineu para cerrar una temporada que había estado marcada por la preparación para uno de sus mayores retos: Summits of Life.
Su regreso a casa esta vez fue mucho más dulce gracias a la imponente victoria que había conseguido en su anterior visita. La presión mediática continuaba, pero Kilian estaba enfocado en él mismo y ya nada importaba. Firmó una nueva victoria en Ultra Pirineu, pero aquel día su triunfo no fue lo más importante.
En la línea de salida junto a él se encontraba un jovencísimo Zaid Ait Malek, que llegaba a aquella carrera tras un duro verano en el que creyó que tenía que hacer las maletas y regresar de nuevo a su país, Marruecos. Y es que el gobierno había negado en varias ocasiones la renovación de sus papeles de residencia, sin los cuales no podía continuar viviendo en España. Finalmente lo logró y pudo continuar luchando por su sueño.
Durante la carrera Kilian y Zaid charlaron, compartieron gran parte del recorrido y, aunque parezca mentira, hasta risas. Las imágenes de ambos demostraron que en el trail la deportividad va por delante.
Los kilómetros se fueron acumulando y el cansancio pareció en el cuerpo del corredor marroquí que no pudo seguir el ritmo que el catalán impuso en la última parte de la competición. Aquel día Kilian ganó, pero para él lo importante no fue su triunfo, sino rendir homenaje a su oponente y amigo tras unos meses muy duros.

Una vuelta más que especial
No hay duda. De cada visita de Kilian a Ultra Pirineu nace una historia que la hace inolvidable y este 2021 no iba a ser diferente.
Muchos recordarán la última edición de la prueba del Berguedà por el regreso de Jornet a la ultra distancia, pero para él fue mucho más especial. Y es que en carrera tuvo unas ayudantes de lujo: sus dos hijas. Las pequeñas, acompañadas de su madre, Emelie Forsberg, y su abuela, Núria Burgada, avituallaron al corredor durante el trazado, concretamente en el Prat d’Agulló. Era la primera vez que las niñas visitaban las montañas en las que creció su padre, un momento que quedará, seguro, en su memoria.
Y es que Kilian, aunque nació en Sabadell, vivió su infancia muy cerca de Bagà, en el refugio Cap del Rec, donde su padre era guía de montaña y guarda. Es por ello que Ultra Pirineu es la carrera de casa, la que le vio crecer y la que un día le cambió la vida.
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