Es indudable que la Everest Trail Race es una carrera especial. Y no solo lo es por sus números, 160 kilómetros y casi 30.000 metros de desnivel acumulado en 6 etapas, ni por transcurrir bajo la mirada de las montañas más altas de La Tierra con el Everest como gran dominador. Ni tan siquiera por contar este año con corredores como Luis Alberto Hernando, Jordi Gamito, Bhim Gurung, Elisabeth Barnes o Ester Alves. Lo es, esencialmente, porque tiene se desarrolla en un país como Nepal, donde todo es diferente.
“No es lo mismo correr en España, pasando por collados a 2.000 metros, que al pie de la cara Sur del Lhotse, del Ama Dablam o del propio techo del planeta. Pero al margen de las montañas, es todavía más importante el entorno etnográfico: durante el recorrido se pasa por zonas sherpas, rai o tamang, lo que hace que se convierta en todo un viaje”, explica su creador y director, Jordi Abad.
Hace ya una semana que el catalán aterrizó por última vez en Katmandú para ultimar los detalles de la séptima ETR que arranca este domingo. Comprobar los efectos del monzón sobre los caminos, el marcaje con pintura biodegradable, el aprovisionamiento de campamentos y puntos de paso… El hecho de que no haya carreteras hace que el reto de organizar esta carrera supere con creces al de correrla.
¿Cómo nace la idea de esta carrera?
Nace tras trabajar más de 30 años en el Himalaya como guía de montaña, conociendo y amando un territorio como este. Contábamos además con una empresa con larga trayectoria organizando eventos y quisimos organizar la carrera imposible. ¿Y qué es lo más difícil que se nos ocurrió? Hacerla en la montaña más alta del planeta. En los comienzos fuimos muy criticados porque nadie había hecho algo así, pero ya llevamos 7 ediciones.
“En la zona en la que se disputa la carrera solo nos podemos mover a pie o en helicóptero, así que la dureza es para todos”
Un reto tan difícil como la ETR necesitaba de un equipo potente. Xavier Caralt, íñigo Soteras, Alba Xandri, Anna Pujol… es impresionante el cartel de organizadores.
Era fundamental formar un equipo de gente muy fuerte, que corriera y que conociera el Himalaya. En la zona en la que se disputa la carrera solo nos podemos mover a pie o en helicóptero, así que la dureza es para todos.
¿Cómo los convenciste?
En el mundo de la montaña nos conocemos todos. Con algunos habíamos coincidido en viajes a los Alpes, los Andes o el Himalaya y así, de forma espontánea, fue saliendo el equipo. Además del estado físico y los conocimientos, también era necesario que fueran suficientemente mayores en edad como para saber gestionar situaciones difíciles que se pueden dar en carrera.
“Las pruebas para entrar en la organización consistían en hacer en un día 8.000 metros de desnivel acumulado, además de una entrevista en inglés”
¿Es verdad que para ser voluntario de la Everest Trail Race hay que pasar pruebas?
Sí, aunque ahora el equipo ya está formado. Las pruebas para entrar en la organización consistían en hacer en un día 8.000 metros de desnivel acumulado, además de una entrevista en inglés.
¿Con qué problemas os soléis encontrar?
La carrera es muy compleja. Cuando terminamos cada edición decimos que no la vamos a volver a hacer, aunque esa idea solo nos dura 30 minutos. Realmente los problemas son múltiples y diversos y hay dos factores importantes: primero el país y luego territorio.
“Hay una picaresca muy extendida en el tercer mundo y hay que conocer bien cómo funciona para que no trastoque tus planes”
Supongo que te refieres que la dificultad burocrática de Nepal.
Respecto al permiso, nosotros tenemos uno para 10 años que es en exclusiva. Eso se cumple, pero surgen otros mil problemas como los vuelos de los helicópteros, que tienen que ver con las propias compañías. Hay una picaresca muy extendida en el tercer mundo y hay que conocer bien cómo funciona para que no trastoque tus planes.
Al no haber carreteras, los desplazamientos aéreos serán muy importantes.
Sí, pero hay que contar también con la meteorología. La carrera no se puede parar porque el helicóptero no pueda volar, así que eso nos obliga a la gente de la organización a hacer también la etapa. Por este motivo, tenemos al equipo duplicado, con un grupo por delante que no actúa si no es necesario. En total estamos 100 personas trabajando en la ETR y ahora nos podríamos permitir el lujo de tener 4 de las 6 etapas con mal tiempo sin problemas.
“Para un abandono en carrera en Europa, en el peor de los casos, llamas al helicóptero y te saca. En Nepal no es tan simple”
¿Qué supone un abandono a mitad de etapa?
Para un abandono en carrera en Europa, en el peor de los casos, llamas al helicóptero y te saca. En Nepal no es tan simple, entre otras cosas porque las zonas de aterrizaje son pocas. Hay dos líneas de abandono: el que renuncia porque está cansado y no quiere continuar, y el que lo hace por accidente.
¿Cómo se gestiona cada uno de ellos?
En el primer caso, se queda en un punto de paso donde al día siguiente lo recogerá un helicóptero y lo llevará al final de la carrera. En el segundo, entra en juego el equipo médico que está en carrera, haciendo de escoba. Evaluará la situación y si es necesario nos ponemos en contacto con el Himalayan Rescue, servicio estatal nepalí que gestiona los rescates.

Son conocidos, especialmente por los alpinistas, las dificultades que surgen a veces para hacer despegar a los helicópteros de rescate.
El procedimiento no es tan fácil como en Europa. Tiene que haber un pago previo y una carta de pago, si no, no vuelan. Nuestra ventaja es que tenemos relación directa con este departamento y las cartas de pago previas, así que el despegue es más rápido.
“Los corredores también cuentan con un médico en la meta y otro en la cola, haciendo de escoba, que va acompañado de 4 sherpas”
Vemos que en el material obligatorio que deben llevar los corredores figura, entre otras cosas, el saco de dormir.
Sí, es el material técnico necesario para pasar una noche de forma autosuficiente en condiciones de seguridad. Además, el saco no lo podemos llevar en el helicóptero porque en el caso de que no pudiera volar por la meteo, no tendrían cómo dormir a final de la etapa. Además de ello, los corredores también cuentan con un médico en la meta y otro en la cola, haciendo de escoba, que va acompañado de 4 sherpas y mucho material haciendo a pie todo el recorrido.
¿Qué habéis aprendido en las seis ediciones pasadas?
Sobre todo que hay que prever hasta lo imprevisible y que, aun así, siempre surgen cosas nuevas. El territorio, la gente y el país también van cambiando, por lo que hay que tener una capacidad de improvisación brutal. Tenemos que tener claro que van a ocurrir muchas cosas y hay que tener la capacidad para resolverlas sobre la marcha.
“Fue muy difícil contar en occidente que íbamos a hacer un acto tan lúdico como una carrera en una zona en la que había habido tantos muertos”
¿Cómo vivisteis el terremoto que asoló el país en 2015? ¿Cómo afectó a la carrera?
A la semana del primer seísmo viajé para allí. Primero para dar soporte a la gente con la que tantos años llevaba trabajando y segundo para ver el trazado de la ETR. Las cuatro primeras etapas estaban hechas polvo y hablamos con los locales para suspenderla, pero nos pidieron que siguiéramos. “Ahora más que nunca”, nos decían en un momento en el que el turismo en Nepal bajó muchísimo. Fue muy difícil contar en occidente que íbamos a hacer un acto tan lúdico como una carrera en una zona en la que había habido tantos muertos.
Ofrecéis muy pocas inscripciones y es obvio que esta carrera conlleva muchos gastos. ¿Cómo se explica la parte económica de este proyecto?
Por seguridad, la carrera nunca podrá aceptar más de 70 corredores lo que es un limitante importante. Esta carrera la montamos un grupo de apasionados y tenemos detrás una empresa consolidada desde hace más de 25 años. Ese ha sido el soporte que nos ha permitido afrontar los primeros años y ahora tratamos de estabilizar el proyecto, también en lo económico.
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