En los noventa había en España pocos deportistas pero entusiastas. Uno de ellos era Pedro Galarza, un tipo inquieto y amante del atletismo que viajó hasta Nueva York para completar su emblemático maratón. Estando allí un folleto de una carrera suiza cayó en sus manos. Era una prueba de montaña. Por entonces en nuestro país prácticamente nadie corría en la ciudad y menos aún en las alturas. Pero con más ilusión que medios (llamó a muchas puertas y las instituciones le respondían que el monte no era un lugar para correr) logró crear la Maratón Galarleiz. Un par de veranos más tarde nacían el MAM (Maratón Alpino Madrileño) y el Maratón del Aneto.
A lo largo de más de dos décadas Galarleiz ha sido considerada un símbolo para los corredores de montaña. No solo por ser la primera en ofrecer un duro recorrido de 42 kilómetros de cumbre en cumbre, sino por el espíritu y cariño con el que Pedro la organizaba un año tras otro. Tras 22 ediciones, por orden de la Diputación de Bizkaia, la prueba desaparecía en 2017. No se concedieron los permisos para su celebración al considerarse un evento de participación masiva que amenazaba las especies silvestres de una Zona Especial de Conservación de Ordunte.
Aquel día terminó con un proyecto que durante años fue un regalo para los korrikolaris. Y es que las competiciones de montaña prácticamente eran inexistentes. Por eso en Galarleiz se congregaban los mejores atletas de Euskadi y del resto del país. El recorrido se iniciaba en San Pelayo, provincia de Burgos, y terminaba en Zalla (Vizcaya). Un trazado de 42 kilómetros con vistas al mar en el que se enlazaban las míticas cumbres de los montes de Ordunte, una hilera montañosa que sirve de frontera natural entre Burgos, Cantabria y Vizcaya. De especial dureza era el ascenso al pico Zalama, techo del itinerario, en el kilómetro 7. Pero sin duda alguna el punto más carismático de Galarleiz era el prado Martinxu, una pendiente no especialmente larga pero tan pronunciada que la mayoría de participantes terminaba subiendo a gatas y los ciclistas con la bicicleta a cuestas. El desnivel acumulado del recorrido alcanzaba los 4.160 metros.
Así, entre corredores, ciclistas y andarines (había una categoría también para senderistas) se juntaban en Galarleiz cerca de mil participantes. El anecdotario a lo largo de estos más de 20 años es extenso. En varias ocasiones Pedro Galarza ha contado cómo hacía las clasificaciones antes de la aparición de los chips de cronometraje: “Colocaba un pincho en la línea de meta y los dorsales los hacía de papel. Así, según iban llegando, les quitaba el dorsal y lo clavaba en el pincho“. Al entrañable organizador vizcaíno le ayudaban en el desempeño su familia y sus amigos. De hecho, el propio nombre de la carrera surge de unir en un solo término su propio apellido y el de su primo, Leizea.
Tras cuatro años desde su desaparición, todavía hoy un grupo de románticos corredores se acerca hasta los montes de Ordunte cada mes de julio para hacer el recorrido de la Galarleiz. El inspirador de esta idea es Juanma Agejas (fundador del Maratón Alpino Madrileño en 1997), un tipo que tiene el privilegio de haber completado todas las ediciones celebradas del maratón vasco. “Es un homenaje a una carrera que ha significado mucho para todos nosotros, es el germen de lo que hoy consideramos el trail running en España y la que abrió camino para que pronto empezasen a celebrarse otras pruebas por toda la geografía nacional”, asegura el corredor madrileño.
- Etiquetas: Maratón Galarleiz, trail running alaba, trail running país vasco
