En la vertiente francesa de una de las zonas más salvajes de los Pirineos, se sitúa el pueblo de Cauterets, en el que tiene lugar una mítica carrera que asciende hasta los casi 3.300 m del Grand Vignemale. La carrera es una clásica de las de verdad, de esas que nacieron de la osadía de algún paisano y su curiosidad por ver cómo de rápido podía subir y bajar de aquel pico. Puro skyrunning que se respira desde que llegas al lugar.
Hay que decir que el privilegio de tocar cima no tiene una regularidad anual por las complicaciones propias de la alta montaña. De hecho, las últimas 4 ocasiones en las que ha sido posible alcanzar la cumbre datan de 1991, 2013, 2014 y este 2018, una circunstancia que crea un aura de respeto y la sensación de ser un privilegiado que va a vivir un momento único. Los años en los que no se sube a la cima se plantea una carrera diferente, La Course des Refuges, espectacular también, que fue la encargada de mostrarme el año pasado el tipo de carreras que me gustaría hacer en el futuro. En dicha ocasión me quedé con la miel en los labios, a solo 49 segundos de la victoria, lo que propició que este año quisiera volver.
Esta vez viajaba solo, con un colchón en el maletero y un hornillo, y llegué justo de tiempo a la recogida de dorsales, fiel a mi estilo. Pasé el control en el que la organización te presta un disipador para el tramo final de cuerdas fijas antes de la cima y me fui a buscar un sitio donde dormir tras la paliza de viaje. A las 5:00 horas volvía a estar en pie para tomar la salida a las 6:30 horas y yo, otra vez fiel a mi estilo, llegaba sin ni siquiera colgarme el dorsal. La carrera es tan clásica que ni siquiera te dan imperdibles y me lo tuve que acabar grapando a la camiseta.
Y empezó el show. Los 6 primeros kilómetros “pestosos” por asfalto que suben hasta Pont d’Espagne se olvidan rápido al ver lo que viene después. Una subida larga y tendida pasa por el lago de Gaube y que te coloca en la Horquette dʼOssue a casi 2.800 m. Llevamos 1.700 m de ascenso en las piernas y viene una bajada corta y directa hasta la lengua del glaciar. Es la boca del lobo y faltan 1.000 m+ pisando nieve hasta las cuerdas fijas de la antecima, a las que obligatoriamente te debes anclar para coronar.
En el descenso, volviendo sobre nuestros pasos sobre el glaciar, es curioso ver como cada corredor tiene su forma de descender y los que esquiamos vamos pensando en lo que disfrutaríamos con las tablas en los pies. Tras el segundo paso por el refugio de Baysellance, ascendemos a un pequeño collado que te abre la puerta al precioso valle de la Fruitière. Allí conseguí la mayor parte de la ventaja que me daría la victoria. Ya solo quedaba regresar al pueblo en una larga bajada con 5 kilómetros técnicos al principio y después otros 13 en los que hay que correr con todo lo que quede.
En Cauterets la gente aplaude mientras toma el vermut, sentada en las terrazas del pueblo. Nos miran con cierta extrañeza, sin saber muy bien de dónde vendremos todos esos corredores con las caras y cuerpos tan castigados. Pues nada, simplemente de dar un paseo de 42 km y casi 3.000 m por un lugar realmente increíble.
Puedes ver aquí los resultados del Trail du Grand Vignemale.
2 comentarios
Me parece sorprendente el elevado porcentaje de finishers… Lo cual demuestra el alto nivel de los participantes. Enhorabuena a todos, ¡Hats off!
Grande Noel!! Enhorabuena campeon.