El pasado fin de semana se celebró en Vilabade, municipio de Castroverde (Lugo), la primera edición de la Carballo Extrem. Se trata una original carrera de unas 100 millas (160 km) y 6.000 m positivos divididas en 14 tramos. En cada uno de ellos, los participantes se deben quitar prendas u otros elementos de su equipo al azar. Con cada vez menos material, afrontan bucles de 2 km hasta llegar al final, algo “casi imposible”, según su organizador.
Esta estrambótica prueba -si nos lo permitís, una mezcla de Barkley Marathons y strip poker– es obra de Jesús García Juanes, corredor y aventurero gallego, conocido por sus largas travesías con mínimo material. Él mismo diseñó el recorrido en su propia finca y con la ayuda de cinco personas más lanzó la carrera adelante.
Se preinscribieron veinte personas, de los que únicamente cuatro pagaron los 30 euros de la inscripción. Finalmente, solo dos se presentaron el sábado 2 de abril a las 09:00 horas en la reunión previa a la salida. Eran Luís Pérez Capón y el propio Jesús García Juanes, que se había inscrito “para hacer bulto, porque vi que había poca gente”, nos comenta. Ante esta tesitura, también el voluntario Alberto Dávila decidió sumarse.


Esa noche había nevado y el termómetro marcaba -2ºC, pero la lista del material obligatorio mantenía su máximo (y mínimo) de 14 piezas: calcetines, camiseta, sudadera, chaqueta, cuchara, guantes, frontal, manta, pantalón, taza, tenedor, vaso, comida o zapatillas.
Antes de la salida, prevista para las 10:00 horas, la bajara española entró en acción. Cada número corresponde a un elemento del material. Luis, el primer inscrito, sacó la primera carta. Empezarían sin los guantes. Los palos marcan también el sentido de la marcha: espadas y bastos, como las agujas reloj; oros y copas, al revés.
Así partieron los tres participantes. Por delante, un trazado de 2 km al que tenían que darle 6 vueltas para completar cada etapa. Es decir, unos 12 km con 430 m positivos para los que tenían 2 horas de tiempo. Eso sí, sin reloj para controlarlo. “Correr así es un martirio. Tienes que contar las vueltas en cada etapa y calcular el ritmo. Los jueces no te dicen en qué vuelta estás, solo cuando terminas la etapa”.
Los tres lo hicieron, y el primero en terminar sacó la siguiente carta. Adiós a los calcetines. “Es la peor carta que puede salir en caso de que no llueva, ya que hasta el amanecer no se mete el frontal en la baraja. En la vuelta 13 se quita el alimento sólido (se permite líquido y geles) y en la 14 las zapatillas, por lo que la última vuelta hay que hacerla descalzo”. Luis fue el primero en caer, en la segunda vuelta de la segunda etapa (8 en total).



Alberto y Jesús sí llegaron a esa segunda meta. La tercera etapa la realizaron sin la taza, lo que no es mucho problema porque podían comer arroz y cuscús con el vaso. En la tercera vuelta (15 total) se retiró el siguiente participantes, Alberto, porque le sangraba una ampolla. “No usó las zapatillas apropiadas al ser aceptada su participación en el último momento y las cartas fueron demoledoras para él. Nos quitaron los calcetines en terreno nevado”.
Entonces quedó, solo, el organizador, Jesús García Juanes, en una carrera que define perfectamente su forma de ver este deporte. Acostumbrado a correr sin calcetines, completó la tercera etapa, y, ya sin chubasquero, también la cuarta , llegando a los 48 km y 1.000 m de desnivel. “Ya no salí para iniciar la vuelta 1 de la etapa 5. No lo necesitaba para ganar”.
“Nadie hará nunca las 14 etapas de la Carballo Extrem porque es casi imposible, pero el año que viene muchos querrán probarla y experimentar la presión bestial que ejerce no saber con qué medios puedes o no afrontar un reto de tal magnitud. El año que viene quizás se realicen 14 ascensiones a una montaña. Y habrá sorpresas”.